La selección española de balonmano ha pasado a la segunda ronda del mundial de Suecia con tres puntos en el casillero gracias al inesperado empate conseguido frente a Francia en el último partido de la primera fase. Faltaban diez minutos para la conclusión y el marcador reflejaba una diferencia de seis goles favorable a los galos que se imponían 27-21 sin atisbo de sorpresa en el horizonte.
Hasta ese momento los jugadores de Claude Onesta se mostraron superiores. Los franceses son campeones del mundo, de Europa y olímpicos. Juegan fuerte y práctico y disponen de recursos para resolver las trabas que impongan los rivales. Sin embargo, no controlan en demasía la prepotencia. El seleccionador vio ganado el partido y tiró de banquillo para salvaguardar fuerzas y dar oportunidades. Cuando se queiso dar cuenta del exceso de triunfaloismo fue tarde.
Lo mismo debió deducir Valero Rivera quien, a la vista de los acontecimientos, optó por pensar en futuro dando minutos a los menos habituales. El cambio de protagonistas movió el cuadro y diseñó un paisaje diferente. De la calma a la tormenta. Con Alberto Entrerríos liderando la remontada, con Julen Aginagalde "matando" en el pivote, la diferencia se acortó tanto que Albert Rocas en un magnífico tanto materializó el empate. Quedaban segundos. Chema estrelló en un poste del portal de Omeyer una pelota robada. Pudo ser la puntilla. El último balón era francés. Se la jugó Abaló, pero apareció el pie del meta Sterbik. Los dos juegan en Ciudad Real, se conocen y se encontraron en el mano a mano decisivo. Empate.
Bastaba ver las imágenes de unos y otros para entender las valoraciones de la igualada. Mientras Onesta y los suyos se lamentaban, Rivera y sus jugadores lo celebraban. Un parcial de 7-1 no es normal y menos ante un equipo tricampeón. ¡Cést la vie!. Les esperan ahora Noruega, Islandia y Hungría con un objetivo común: alcanzar las semifinales. El sábado, primer round.