elbeaterio.es

La vida de Markel

Markel Irizar se vistió de rojo en Andalucía. Es el color de la pasión. La misma que ha puesto toda su vida en la práctica del deporte que ama. Es ciclista hasta las cachas. Cualquier noticia feliz que tenga que ver con él resulta agradable. Se lo merece por su esfuerzo y por la capacidad de superación de cuantas adversidades le han surgido en el camino.

 

El oñatiarra se enfundó el maillot de líder y no lo soltó hasta el final. Atento a todo, ayudado por compañeros de prestigio e historial, ganó la primera prueba por etapas de su carrera. Un premio gordo que no depende ni de matices ni de valoraciones. A Markel le conozco desde hace años. No sé si es buen ciclista, pero les aseguro que es muy buena persona, entregada en cuerpo y alma a lo que se dedica.

Abre su corazón y se muestra como es. Sincero. Lleno de vida. Siempre quiso ser ciclista profesional y no paró hasta conseguirlo. Cuando esa posibilidad llamaba a su puerta le detectaron un cáncer de testículo. La quimioterapia y la extirpación del órgano dañado concluyeron con la enfermedad. Volver a empezar con la misma ilusión de antes. Debutó con el equipo Euskadi y conoció en el pelotón a Lance Armstrong, el corredor que había pasado por una situación análoga y con el que intercambió cartas mientras convalecía. Ahí nació, cuando menos, la comprensión entre ambos y la colaboración para cuantas causas solidarias son llamados.

Han pasado siete años, que son los que lleva de profesional. Ahora defiende los colores de Radio Shack, uno de los grandes del pelotón. Ha cumplido treinta años y muchas de sus ilusiones. Acaba de reivindicarse como corredor ante sus directores, compañeros y aficionados. El primer brindis fue para su esposa Alaitz, la madre de sus hijos. "Si no fuera por su esfuerzo, por todo lo que colabora y se sacrifica para que pueda entrenar y competir, esta victoria no sería posible".

 

 

Iñaki de Mujika