Reconozco que mis gustos musicales son más bien raros y antiguos. Disfruto con las baladas románticas, con las canciones intimistas, con las letras que dicen cosas y con las obras que perduran en el tiempo. Ayer, sin ir más lejos, gocé como un chino recuperando una Perfidia que grabaron al alimón Los Sabandeños y María Dolores Pradera. Cuando escribo estos artículos o preparo otros textos, necesito de fondo unas notas que relajen y tranquilicen la atmósfera que me rodea. No me desconcentro. Todo lo contrario. Son canciones que han pasado de sobra la prueba del algodón.
Convendrán entonces que un partido de fútbol dista mucho de ese paisaje. Anoche, por ejemplo, andaba aburrido, pegando voces, mientras la Real y el Levante se atascaban y enzarzaban en su guerra particular por los puntos.
Los dos equipos sueñan con objetivos confesables y otros que no lo son, pero que se intuyen. Los granotas de Luis García Plaza han vivido situaciones análogas a los realistas. Salen de una ley concursal y equilibran presupuestos. Fichan lo que pueden y dan vueltas y vueltas por la geografía y los campos de Dios para encontrar los jugadores con los que hacer posible un proyecto. Solo desde el manejo y el rastreo de oportunidades, los valencianos pueden contar con futbolistas como el ausente Caicedo, Del Horno, Jefferson Montero o Stuani. Impensables en otras circunstancias.
No hacen ascos a la cantera, pero, en eso, van por detrás de la Real. La producción de Zubieta es voluminosa en calidad y cantidad. Acumula productos en la zona ancha. Disponemos de pivotes a troche y moche. Es el centro del debate, el point of meeting de quienes opinan sobre Rivas, Elustondo, Markel, Ros, Illarramendi, Errasti & company. Saco al capitán Aranburu de la controversia porque su carrera vive en otro pedestal. El melón se abrió aquella noche inolvidable de Pamplona. Markel y Elustondo constituyeron la apuesta de una semana en la que, como ahora, se disputaban tres partidos en ocho días. Fue entonces cuando se inició la travesía Rivas. Desde entonces no hemos parado.
Jugamos al fútbol, pero vivimos en un quita y pon permanente. Se agravaron las cosas pocas horas antes, o mejor dicho después, de cerrarse el mercado de invierno. La situación se tornó poco agradable y no parece a corto plazo que se vayan a cerrar las heridas. Cada cual mueve la ficha que estima conveniente. Se sigue hablando del continente con mucha alegría. No quiero pensar en Europa. Quiero que el equipo llegue pronto a los necesarios 43, y que a partir de ahí se hagan las comprobaciones oportunas, dando continuidad a los jugadores llamados de futuro para ver cuáles son sus respuestas. Sólo a través de ellas se podrá decidir mejor. Con todos los datos en la mano, más certezas. La prueba del algodón. El papel y la palabra, mientras tanto, lo siguen aguantando todo.
Y el entrenador persevera con los clásicos en cuanto puede. Rivas y Aranburu fueron titulares ayer, con la habitual línea de tres por delante, cargados de guata y moretones, porque el reparto de cera visitante exigía protección. Uno de ellos, Zurutuza fue capaz de aprovechar el excelente pase del capitán. Debió valer para ganar, pero, otra vez, un desvío involuntario envenenó el tiro de Asier del Horno para empatar un partido romo en juego, corto en ocasiones y justo en la igualada del final.