Un entrenador cuando prepara un partido trascendente se esmera. Quiere que la respuesta de su equipo sea la mejor, incluso confía en que sus jugadores otorguen a la disputa un plus de actitud, agresividad y valentía que ayuden a conseguir el objetivo final de la victoria. No dudo de Unai Emery. Estoy seguro que cuidó con mimo hasta el último detalle para tratar de superar al Real Madrid en su visita a Mestalla. En pocos minutos todo se desvaneció. El equipo ché fue una caricatura de equipo, algo así como un muñeco atolondrado.
He querido saber qué piensa el técnico. Entré en su blog el día después de encajar seis goles en su campo. En los párrafos del análisis particular, se leen cosas como éstas:
La decepción es enorme, la vergüenza es enorme y estoy cabreado conmigo mismo y con el equipo, porque siento que hemos hecho el ridículo. No entiendo cómo hicimos el partido que hicimos contra el Villarreal y hoy esto. Nunca había sentido tanta vergüenza en el banquillo y en el nombre del equipo pido perdón a la afición.
Todo lo hablado durante la semana, incluso lo último que hemos visto, el video, sugería agresividad e intensidad en defensa, y la realidad es que no hemos hecho ni una falta y hemos sido un coladero. Les hemos hecho el pasillo hasta el 0-5.
Estoy realmente jodido porque hemos tirado en este partido todo lo bueno de las últimas semanas. Es un lunar grandísimo y yo no voy a permitir que vuelva a suceder. Asumo la responsabilidad, pero la traslado también a los jugadores, y tomaremos decisiones.
La derrota de su directo rival en Sevilla le permite mantener la diferencia respecto de su perseguidor. Los duelos con pan son menos y todo apunta a que el Valencia volverá a ser tercero de la liga, el primero de la mayoría, porque Barça y Real Madrid son inalcanzables en plantillas, medios y recursos. Hoy por hoy, el líder catalán le saca veinticinco puntos al tercero de la clasificación. Eso son dos meses de competición, ocho victorias más y un empate. Una barbaridad que pone de manifiesto la realidad del campeonato.
Emery sabe que mejorar sus números en la plaza donde reside es imposible. Este año perdió a Villa y Silva, pero ha aguantado el envite. De vez en cuando pasan cosas como las que le dejaron medio muerto ante los suplentes de Mourinho.