No acostumbro a contar en esta sección las cosas que me pasan. Pero esta vez, sí. Lo necesito. Ayer no pude narrar el partido en Gijón. A mi manera, como las dos últimas décadas. Por imperativo categórico. Estuve solo, mirando a una pantalla, con la cabeza dando vueltas y tratando de comprender lo incomprensible. Eché en falta el ambiente, el ánimo de la gente, las caras de los futbolistas, su voz, las escaleras para subir a una cabina, las sensaciones que surgen espontáneas al exterior, sin sentir, sin oír, sin vivir, sin nada que se pareciera a las diecinueve temporadas que llevo contando los encuentros de la Real. Los domingos, al servicio de los demás.
He mirado hacia atrás contra mi costumbre. Los números, pese a su frialdad, impresionan. Transmisión de casi ochocientos partidos, centenares de goles, miles de kilómetros, diecinueve vueltas a España, saludos con aficionados, fotos, abrazos, ilusiones. Mi vida. Desde La Coruña a El Ejido y de Huelva a Girona. De punta a punta, detrás de una historia, simplemente para llevar el pálpito de su equipo a miles de oyentes que se han aferrado en el tiempo a un receptor de radio. Nos consideran como algo suyo.
Recibí el cariño de la gente cuando más lo necesitaba. El día del descenso en Valencia, el fiasco de Mendizorroza, el no pudo ser de Balaidos, son piedras del camino, decepciones que pertenecen al guión. Pero también guardo momentos imborrables como el último partido de Cádiz donde salí abrumado y aclamado del Carranza. Imposible explicar lo que sentí. Gracias.
Tratas en el tiempo de mantener vivas las ilusiones, de gritar "uyyy" cuando el balón ha pasado a cinco metros, de echar la culpa al empedrado cuando fallamos más que una escopeta de feria, de edulcorar lo amargo…Las experiencias enseñan y te ayudan a ser como eres. Eres tú, un estilo, una forma de hacer y decir. El que quiere te sintoniza y te incorpora a su mundo de sueño y esperanza, al mundo de sus sentimientos hacia un equipo que adora. Espera con ansiedad que cantes un gol.
Entre los oyentes de una emisora como Herri Irratia Onda Vasca existen muchas personas que no pueden pagar por ver un partido a través de la televisión. En medio del beaterio conviven invidentes, mayores, conductores, gente de guardia, trabajadores, paseantes, anónimos que se enganchan a la radio y que se acostumbran a nuestra compañía, a la forma de cantar los goles, de comentar las jugadas, de pasarlo bien, de emocionar…
Por esto, por ser nosotros, por seguir haciendo lo mismo, por contar un partido de fútbol pretenden cobrarnos ahora dieciocho mil euros anuales. Y la Real está de acuerdo porque no ha dicho lo contrario. Como el resto de clubes que bajo el paraguas de la Liga (LFP) se escudan y esconden, argumentando que han vendido sus derechos audiovisuales. Lamentable.
Probablemente, esta opinión sea subjetiva. La falta de sensibilidad es increíble. En tiempos de trincafajos sólo sirve recaudar. Les dan igual las personas, su gente, la historia, la fidelidad… Cuando la Real Sociedad necesitó obligatoriamente convertirse en Sociedad Anónima nos pidieron ayuda. Respondimos todos con generosidad. Horas y horas de radio gratis para llegar a los quinientos millones. A cambio de nada. Nos guiaban la ilusión y el objetivo común. El club pudo seguir adelante. Y salió con nota alta.
Cuando el rejón acechó de nuevo en tiempos de descenso, caos económico, social y deportivo, aguantamos y seguimos haciendo el camino. Entonces en Segunda no había televisión, pero las emisoras de radio continuamos con nuestro trabajo y, pese al aumento de costes, del número de partidos, de los menores ingresos, y de los largos desplazamientos, el micrófono siguió sonando y los encuentros llegando a los seguidores y oyentes que no disponían de otro medio que no fuera el receptor para sentir el aliento de su equipo.
Nunca jamás nadie nos ha dado las gracias por nada. Ni lo hemos pretendido. Simplemente, hemos tratado de vivir en paralelo con el día a día del club, intentando molestar lo menos posible, de sentirnos útiles, de servir de puente entre la entidad y sus seguidores, de llevar la voz de quienes han querido hablar para contar y expresarse, de animar a los aficionados a que se volcaran con su equipo cuando más falta hacía, cuando nos hundíamos.
Hemos defendido lo indefendible. Nos hemos callado muchas veces lo que no está escrito en los papeles para evitar incendios y soflamas e impedir situaciones que en nada ayudaban al equilibro del club. Lo saben de sobra. Anoeta se llena en los días decisivos y colaboramos en que así sea. ¡Y más y más y más!. Siempre que pidieron un favor, lo encontraron. Pero nunca se nos ha ocurrido exigir dinero al club por ese apoyo incondicional. ¿Qué daño hace una emisora en un campo de fútbol?. ¿Cuántos espectadores se quedan en casa por nuestra culpa?.¿Quién es el imbécil que cree que nos hacemos ricos, que nos forramos, transmitiendo partidos?
No somos los responsables del desbarajuste económico de los clubes y no podemos ser, ni siquiera con un euro, quienes resolvamos sus grandes errores. Entre otras cosas, porque la radio es gratis y no dispone de mecanismos para cobrar a su audiencia y recaudar lo que ahora se nos exige. No somos ni la prensa escrita, ni la televisión. Ni nos pueden meter a todos en el mismo saco. Vivimos de la publicidad. Y en tiempos de crisis eso es aún más difícil. Somos personas. Herri Irratia Onda Vasca lleva más de cuarenta años siguiendo a la Real, sin fallar un día a su audiencia. Así nos lo pagan.
Explica ahora en Gipuzkoa a los seguidores de la Real, a la fiel audiencia, a la gente que sufre por su equipo, que si no pagamos no transmitimos, que si quiero entrar al estadio debo acreditarme en Madrid. Eso sí, no nos permiten ni conexiones, ni informar, ni bajar a la sala de prensa, ni entrevistar. Es decir, quieren que me acredite para ser un poste inerme. Y mientras tanto, este consejo y los demás mirando a otro sitio. Sin abrir la boca. Silencio cómplice. Ni una reunión para darnos una explicación o una esperanza. ¿Queda un resquicio de sensibilidad?. Siento pena, asco, rabia y lo digo.