Da la sensación de que la Federación Española de Balonmano ha hecho el ridículo en relación con las sedes del campeonato del mundo de 2013 que le toca organizar en su territorio, después de pujar por él y conseguir los votos que así lo decidieron. En noviembre de 2010, es decir, hace casi un año, se apresuraron a elegir sedes, repartir el botín y ponerse manos a la obra. Sin dudas, ni discusiones, se hicieron públicos los nombres de Sevilla, Málaga, Valladolid, Barcelona, Granollers, Zaragoza, Ciudad Real y Madrid, argumentando el uso del AVE.
A raíz de la publicación de estos municipios escribí un artículo lamentando que no hubiera una sola ciudad vasca entre ellas, cuando buena parte de la historia de este deporte está escrita por jugadores, técnicos, clubes e incluso árbitros que ayudaron a hacer grande el balonmano. Sin entender muy bien las razones, ni el peso de los argumentos, expuse mi decepción.
Pero el tiro les salió por la culata y en este tiempo transcurrido la mayor parte de las poblaciones se ha bajado del carro, si es que realmente alguna vez se subió a él. Luego, ante los "noes" de unos, se buscaron los "sies" de los otros, llamando a puertas como las de León, Vigo o Pamplona donde el tren ya importaba poco o nada. Tampoco por aquí apareció la luz.
A resultas de ello y ante el paso del tiempo que acerca la fecha del campeonato en catorce meses, no les ha quedado más remedio que tirar de Granollers y sobre todo de Barcelona que se queda con la mayor parte del pastel y los mejores partidos. La final, las dos semifinales y dos partidos de cuartos se disputarán en el Palau Sant Jordi.
La crisis económica, la falta real de previsiones y provisiones, los cambios políticos en ayuntamientos y autonomías han añadido más dificultades. La exigencia económica del evento, muy superior a los 1,2 millones de euros para aspirar a una fase con alguna selección cabeza de serie, impide la apuesta de ciudades como Málaga o Vigo que ya renunciaron.
El canon mínimo por una fase menor del Mundial supera los 300.000 euros, que rondan los 900.000 para una fase clasificatoria con cabeza de serie y una semana de duración. Todo esto sin contar con las condiciones técnicas exigidas que convierten el proceso en inasumible. Saldrá el sol por Antequera, seguro, pero la sensación que dan de improvisar es mayúscula. Pierden credibilidad.