El Giro y el Tour ya se han presentado en sociedad. La Vuelta, no y tardará. Esa es una de las diferencias organizativas de las tres grandes pruebas ciclistas de la próxima temporada. Mientras italianos y franceses conocen todos los entresijos de las etapas, aquí andan buscando poblaciones dispuestas a poner la tela que no sobra para hacer salidas y llegadas como si de un tren se tratara. Y si para cubrir presupuesto hay que pasar dos veces por el mismo sitio, se pasa. Lo único seguro es que a las Canarias no van. Lo comentó Abraham Olano hace unos días en una entrevista que le hice.
El Giro y el Tour compiten. Su presentación oficial apenas se ha hecho con dos días de separación. Cuando los profesionales y aficionados comentaban los aspectos más significativos de la prueba trasalpina, los franceses frenaron el ímpetu con su trazado. Los corredores estudian los recorridos y deciden. Tal vez porque estamos en año olímpico, porque los objetivos pueden ser diferentes, ambas organizaciones han bajado el pistón de la exigencia. Los míticos puertos de montaña desaparecen del mapa ciclista en la presente temporada.
A la vista de esto, las primeras voces ya han hablado y valorado el diseño favorable a unos más que a otros. La historia se repite porque nadie quiere, a tantos meses vista, colgarse el cartel de "esta prueba es para mí". Cuando aún no ha terminado la temporada presente hablamos de la venidera con una intensidad increíble. En tiempos de fusiones de equipos, de corredores que sobran, de dificultades para encontrar recursos, de fichajes, las organizaciones principales enseñan sus cartas.
Estamos cada vez más cerca de noviembre. Es el mes en el que definitivamente el TAS decidirá sobre Contador. Desde el clenbuterol hasta aquí han pasado dieciséis meses para adoptar una decisión. El ciclista cree que de esta sale libre y que no le condenarán por lo que podrá seguir compitiendo con normalidad. Su presencia animará las carreras en las que participe. Si le condenan…