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¡Axi, te queremos!

Dicen que un texto nunca debe comenzar con una frase condicional. Dicen que debe mantenerse el criterio constructivo, es decir, sujeto, verbo y predicado. Muy bien, pues hoy inicio con un "si" este día después del paso ramplón del Mallorca por Anoeta y de la victoria plúmbea de los realistas.


Si en lugar de un estadio desolador e insensible contásemos con un campo de fútbol como debiera haber sido y no fue, el sentimiento de los seguidores con su equipo sería mucho más cercano y efectivo que la distancia lamentable que les separa. Ese "elefante blanco" que nadie quiere no es el lugar más idóneo para expresar lo que se lleva dentro. Lo dijimos hace años cuando se puso la primera piedra y lo mantenemos ahora cuando casi todo el mundo está de acuerdo en que aquello no respondía a las necesidades.

Si en lugar de guipuzcoanos, porque somos como somos, en la grada se citaran aficionados con otros comportamientos menos fríos y más vehementes, la resultante, sin duda, marcaría otros parámetros. Y digo todo esto, porque en otro escenario, después del atropello con Axi Illarramendi, ayer se hubiera montado un ¡Viva Cartagena! nada más asomar por la escalinata el uniforme amarillo del andaluz Paradas Romero.

Lo del chaval me sigue pareciendo escandaloso. No voy a valorar si la acción es de roja directa, o no. Ni siquiera, si la entrada es lateral o por detrás. El árbitro fue como un cohete a expulsarle. Tiró de ordenador de modo sibilino para redactar el acta y poner en manos del comité de turno un documento con el que decidir. Por su parte, el club remite un vídeo tratando de que la expulsión no sea considerada como tal. La resultante, la conocemos de sobra. Dos partidos que no se digieren ni con bicarbonato Torres Muñoz.

Reglamento en mano y aplicando la letra, pueden decidir lo que quieran, pero en el camino se dan cita tantos agravios comparativos que esta sanción no se sostiene por ninguna parte. Estamos aburridos de ver partidos en la liga que terminan de modo deleznable. Los aficionados hacen de esos comportamientos indefendibles tema de conversación semanal que se prorroga cuando los comités de turno deciden náusea.

Viendo las imágenes del Rayo-Real Madrid y las decisiones arbitrales al respecto de las jugadas conflictivas, de los pisotones y codazos al uso, solicito la beatificación deportiva de  Asier Illarramendi que si se pone hábito azul y toca blanca no es peor que Teresa de Calcuta. ¡Axi, te queremos!

Ahora convivimos con un desmán y una tropelía que afectan a un chaval que debe aprender también a medir sus impulsos. Ello no está reñido con el respeto que merece. Lo que el jugador siente tiene un aire a  lo nuestro, al escandaloso desatino que impide a las emisoras de radio acceder a los estadios para transmitir los partidos.

Por eso, aplaudo que el club haya recurrido al CDD (disciplina deportiva) y esté a la espera de que alguien con más amplio criterio determine lo que corresponde, por higiene deportiva y por decencia.

Dicho lo cual y con la esperanza de que pueda jugar el próximo domingo, me refiero al partido de ayer ante los baleares, aquellos que nos dieron un soplamocos con todas las de la ley cuando soñábamos con ilusionarnos. Unos y otros se hartaron durante la semana de afirmar que el encuentro de Anoeta nada tenía que ver con aquel de la copa. Forma gratuita y fácil de quitarse un muerto de encima. Esos varapalos no se olvidan así como así.

Unos y otros nos aburrieron hasta la saciedad con un partido turronero en febrero y con un gol salvador de Agirretxe que le viene bien al equipo para alcanzar los treinta puntos, que le viene bien a él para romper la sequía personal, pero que no cambia la tendencia de un fútbol que brilla por su ausencia un domingo sí y otro también.

 

 

 

Iñaki de Mujika