La llegada de Miguel Angel Lotina al banquillo del Villarreal aumenta la nómina de entrenadores vascos en Primera División. El técnico de Meñaca es el cuarto de la categoría, por lo que puede decirse sin riego a equivocarse que el 20% de los preparadores de elite viene de un fútbol particular, poco preciosista y más físico y aguerrido que otros. ¡Eso dicen!.
Dos de ellos, Emery y Mendilibar llevan en Valencia y Osasuna, respectivamente, un considerable tiempo para lo que se estila. Ambos parecen consolidados y cumpliendo objetivos. En el caso del primero, con los cañones apuntándole de frente y con la sensación de que su ciclo concluye. Demasiada e injusta presión sobre el de Hondarribia.
Los otros han llegado casi como el último recurso para la salvación. Clemente tira del Sporting con todas sus fuerzas, aunque el carro parezca varado entre barros. A Lotina le sucede lo mismo en su nuevo objetivo. Aquel equipo que no hace mucho cautivaba, hoy ve la soga cerca de su cuello. Para darse cuenta de lo que vale un peine, le toca debutar ante el Madrid de Mourinho.
Desde siempre los entrenadores vascos han gustado, tanto en casa como fuera. Han entrenado clubes, dirigido selecciones nacionales, organizaciones de cantera. Muchos ganan su prestigio desde la seriedad y el trabajo, aunque luego los resultados puedan ser más o menos convincentes.
Curiosamente, en este momento, Athletic y Real Sociedad cuentan en sus banquillos con técnicos foráneos, quizás porque no encuentran lo que buscan o no se deciden a ofrecer oportunidades a preparadores con talento.
Como en todas las profesiones, hay mucho paro, pero también muchos lugares en los que poder ejercitarse, bien con niños, adolescentes, aficionados o profesionales. El título de entrenador cuenta ahora con rango universitario. No lo regalan. Se han establecido nuevos planes de estudio y los aspirantes pueden elegir estudiar en las escuelas federativas, en cursos específicos, o en centros universitarios. Al final, elijan el camino que elijan, saldrán preparados.