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¿Te quedaste con sabor agridulce?

Hace un par de veranos pasé por Barcelona en plan turista. Buscando una máquina de fotos recorrí varios establecimientos de una conocida cadena tratando de encontrar la marca y modelo que quería. En todas partes daban la misma respuesta: ¡Agotada!. La última esperanza se situaba en la tienda que se encuentra bajo el estadio del Espanyol. En coche a Cornellá. Estaba todavía sin acabar, pero la zona comercial ya bullía. Dentro del establecimiento rastreé pasillos hasta chocar de bruces con la sección en cuyas baldas convivían modelos de todo tipo. Suele pasar que te mareas de ver tantas cosas juntas.

En una caja permanecía ociosa una amable señorita a la que pedí ayuda. La primera respuesta no fue negativa, así que recuperé la ilusión. Siguiendo sus pasos comprobé cómo abría un cajón cerrado con llave y extraía de él  una caja verde de cuyo interior salió una preciosa y negra cámara de fotos. Es la que llevo a todas partes y que por ahora funciona como los ángeles. Una vez conseguido el objetivo tratamos de conocer el estadio por dentro. Mediados de julio, herméticamente cerrado.

Pocos meses más tarde volví al escenario. Esa vez con las puertas abiertas. Nos costó un Perú encontrar la ventanilla de acreditaciones. Dimos vueltas y vueltas. Por fin, bajo una enorme terraza, hallamos la puerta de acceso. Pasillos, escaleras, ascensores, hasta llegar a la cabina de transmisión. Fantástica visión y sana envidia. Ni pistas de atletismo, ni distancias imposibles a la vista. Sólo un campo de fútbol con todos los adelantos y modernidades. ¡Qué lejos quedaba el añejo sabor de Sarriá y la frialdad de Montjuic!.

Perdimos (4-1) con gol de Dani Estrada en una tarde fría de febrero. Nos ganó un equipo con futuro, con jóvenes jugadores de su cantera y con un buen entrenador que les sacaba y saca rendimiento. Los españolistas constituían un ejemplo a seguir desde esa perspectiva. Por eso, ahora, cuando se vuelve a hablar de remodelación, de reconstrucción del espacio de Anoeta, se recuperan en esencia señas de identidad perdidas. La “gracia” supone cincuenta y cinco millones de euros. Bastantes más de lo que hubiera supuesto en aquel momento construir un campo de fútbol y nada más, pero la realidad es tozuda.

Ayer la Real volvió al escenario de Cornellá-El Prat y a los aplausos del minuto veintiuno en memoria de Dani Jarque. Ayer las cabinas de radio del estadio estaban vacías. No pudimos volver a disfrutar de unas instalaciones ejemplares. Sigo preguntando a esta hora ¿qué hemos hecho para merecernos esto?. Los seguidores realistas, que son fieles hasta las cachas, creyeron una vez más en la posibilidad de ver ganar a su equipo lejos de casa y se fueron allá aprovechando las vacaciones de pasión y pascua.

Con tres partidos por delante en siete días, Montanier decidió volver a jugar sin ariete verdadero. Repitió como en Granada, San Mamés y Bernabeu, donde perdimos. Dejó al “titán de Usúrbil” probando el acolchado de las almohadillas, pese a ser el máximo goleador del equipo. Sacó a Vela por dentro y el mejicano se hinchó a recibir abrazos porque marcó dos tantos en plena catarata de juego visitante.

Como Pochettino se dio cuenta del desaguisado movió ficha a la media hora dando entrada a Weiss por Baena, afectando el orden del centro del campo. Le salió todo a pedir un piñón, porque el Espanyol tomó el mando. Bravo paró una, alguien sacó otra bajo la raya y en la prolongación apareció Murphy con su ley. Despeje de Ansotegi, rebote en Demidov y a la jaula.

Nos temimos lo peor porque los descansos nos sientan bastante mal. En efecto, poco después de un minuto, los catalanes empataron y pusieron el partido unidireccional hacia Bravo. El portero cometió más tarde un penalti monumental por derribo a Sergio García que afortunadamente Muñiz no vio, Y si lo vio, no lo pitó. ¡Gratias deo!, porque incluso pudiera haber expulsado al meta en el lance.

Luego, pasar minutos y terminar con pocos sobresaltos en las dos áreas. Empate con sabor agridulce. Al menos, esa es mi percepción. Agrio, porque llevábamos clara ventaja; dulce porque al final es puntuar fuera de casa por primera vez en la segunda vuelta. Como aquí no hay tregua, el martes llega el Betis. La nueva oportunidad de hacer camino y apuntarse a la media inglesa. Como los de abajo no aprietan, bonanza.

Iñaki de Mujika