El Atlético de Madrid, antes Ciudad Real, es el único equipo que defenderá el valor del balonmano estatal en la “final four” de Colonia. Podían haber sido tres, pero Barcelona y Ademar de León sucumbieron ante Kobenhavn y Fuchse Berlín respectivamente. En el caso de los castellanos, eliminación sangrante al no haber sido capaces de defender once goles de renta conseguidos en el partido de ida. Es la tercera ocasión en la que se va a disputar el título europeo en el actual formato y la primera en la que sólo competirá un representante de la liga Asobal.
No sé si es un síntoma, pero de un tiempo a esta parte parece haber comenzado una migración de jugadores hacia otras ligas. Francia, Alemania y los países nórdicos reciben con los brazos abiertos a jugadores que no hace tanto tiempo era impensable que abandonaran a sus equipos naturales. El Barça es un claro ejemplo del cambio de tendencia. Se ha abierto el caso Nagy. El capitán del conjunto catalán, recientemente nacionzalizado español, decide levantar el vuelo. Se va, sin que sea fácil adivinar los entresijos del proceso.
El húngaro concluye su contrato a finales de 2013. Disponía de dos ofertas. Una de su actual club para renovar que, al parecer, le convence poco. La otra procede de su país. El Veszprem acaba de contratar como nuevo técnico a Antonio Carlos Ortega, exjugador catalán y antiguo compañero del lateral zurdo al que desea incorporar a su proyecto. Ha puesto en la mesa del magiar un contrato espectacular. Lo mismo que ha sucedido con Cristian Ugalde y Marco Oneto que la próxima temporada no estarán lejos del Lago Balaton.
Nagy acaba de obtener la nacionalidad española y pudiera incorporarse a la selección en los JJ.OO. de Londres, pero es posible también que el confirmado cambio de aires propicie un paisaje bien diferente al previsto. Le quedaba un año de contrato, pero las partes llegan a un acuerdo de rescisión. Su salida abre la puerta a Edu Gurbindo (Valladolid). El navarro hace tiempo que está comprometido con los catalanes que han fracasado al no estar entre los cuatro mejores de Europa.
Los años dorados del balonmano español parece que pasan a la historia y los jugadores del futuro tratan de encontrar acomodo en equipos extranjeros en los que les paguen al día y puedan dedicarse sólo a lo que les gusta, que es jugar. Iker Romero, Malmagro, Iker Serrano, Carlos Prieto, los hermanos Guardiola y unos cuantos más cruzaron o cruzarán la frontera. Hace un par de años, un eficaz asesor de jugadores, Marcel Pagliotta me comentó cenando en Logroño que las opciones del mercado español estaban agotadas y que el futuro había que buscarlo en Europa. El tiempo no le ha quitado la razón.
Mientras tanto, la liga no es capaz de reaccionar a las situaciones de impagos que se viven en una buena parte de los clubes. Comienza a ser habitual que los jugadores se pasen cuatro, cinco o seis meses sin cobrar. Se repiten con machacona insistencia manifestaciones públicas de protesta por el estado en que se encuentran. Ni la Federación, ni los clubes, ni la Asociación de Jugadores son capaces de cambiar las dinámicas en las que se haya sumido este deporte. Los próximos meses nos enseñarán el camino, pero las constantes vitales anuncian casi quiebra. El éxodo y las retiradas se ven venir.