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¡Y los patos silenciaron su alegre cuá, cuá cuá!

El gol de Vela, cuando el árbitro miraba su reloj para pitar el final, puso término a lo injusto que estaba siendo el resultado para los hombres de Montanier que ayer, sin pretenderlo, respondieron a la pregunta que se hace el entrenador realista que no sabe por qué no se valora su esfuerzo. Está instalada, y ya no hay tiempo para moverla en los dos partidos que faltan para el final, una sensación que se refiere a las capacidades del equipo. Mucha gente cree que los realistas pueden dar más de lo que muestran. Partidos como el de ayer confirman la teoría, porque no fueron inferiores al rival y le plantaron cara en un escenario pocas veces favorable.

He escuchado tantas veces a los entrenadores hablar de partidos tácticos, que yo mismo me confundo. El primer tiempo no gustó quizás porque los dos banquillos diseñaron una contienda pensando en el tramo final. A la Real le beneficiaba acelerar para agotar a su rival. A los locales les valía con apretar filas y cerrar espacios hacia Courtois. La Real no cayó en la trampa y arriesgó muy poquito. Con esa guerra de guerrillas instalada, el partido fue cómodo, bastante aburrido, y nada emocionante.

Poco que ver con los años en los que Jabo Irureta defendía la camiseta colchonera. Entonces estudiaba en Madrid y bajaba bastante al Manzanares. El agua del río era negra como el betún, olía que apestaba y la gente le daba la espalda. No cautivaba. Justo lo contrario que el fútbol que se jugaba en el terreno. Con Marcel Domingo o Max Merkel sentados en el banquillo, aquel equipo era fácil de identificar. Defensa, robo de balón y contraataque letal. Por la izquierda, en una época, el “ala infernal” Peiró y Collar. Luego, por la derecha llegó Ufarte. Arriba siempre José Eulogio Gárate. Por detrás,, Rodri, Ovejero, Adelardo, Jabo y compañía. Más Luis Aragonés, claro, primero jugador y luego entrenador.

Solía ir a la pensión en la que vivían unos cuantos jugadores. Estaba situada en la calle Guzmán el Bueno. La regentaba Doña Sofi, una señora mayor, creo que viuda, que cuidaba de buena parte del primer plantel del club. Cada uno en su habitación, controlados para que nadie se desmadrara. Conocí a Piñel, Lamata y algunos más solteros que no recuerdo. Han pasado más de cuarenta años. Ayer traté de encontrar paralelismos. No los hay. Los jugadores ahora pertenecen a la globalización. Vienen de todas partes, viven en un chalet enorme, visten de no sé qué marca, disponen de una flota de coches de alta gama y usan colonias que otrora no existían ni en los sueños de los fabricantes. Y ganan pasta que te mueres.

A ese colectivo, la Real opuso ayer un chileno cada vez más guiputxi, uno de Lodosa, otro de Arrasate, uno de Mutriku, otro de Usurbil y uno más de Beasain. Más uno de Hondarribia, dos o tres que hablan francés. Súmale el donostiarra que lleva el brazalete, dos delanteros de criterio, un quitanieves nórdico y Zurutuza que es difícil de encuadrar, pero que ayer se cascó un partido de rompe y rasga y además regaló un pase al que Agirretxe le va a dar unas cuantas vueltas. Con estos el equipo tiró de casta. Las líneas prietas, cerca unos de otros, achicando y saliendo en busca del tesoro.

Como quiera que los colchoneros se mostraban espesos y no daban muchas señales de vida, los minutos fueron pasando hasta que Gabi rompió la igualdad y las hostilidades. Reaccionó bien el técnico realista, realizó los cambios en tiempo y forma. Sacó toda la artillería disponible y atacó y atacó y atacó.

El Manzanares es hoy en día un río limpio, sin olores, en el que viven encantados muchos patos a los que se les escucha decir ¡cuá, cuá, cuá!. Ayer de repente enmudecieron cuando Vela encendió el candil y aprovechó la ocasión para confirmar que sigue en racha, que su cotización está en alza y que su fichaje fue un acierto. El tanto sirvió para hacer justicia y para demostrar que este equipo cuando va de cara, con argumentos y sin miedo, es capaz de cosas hermosas.

Por partidos como el de ayer, por actitud, por juego, por entrega, por ardor, nadie va a censurar nada porque todos los aficionados quieren que su equipo sea así. Ganes o pierdas. Si a la vida le pones pasión, estarás más cerca del éxito.

 

 

Iñaki de Mujika