Había hecho el propósito de no escribr ni comentar nada sobre las exigencias de la LFP respecto del cobro a las emisoras de radio por transmitir partidos. Como desde el pasado mes de agosto me hierve la sangre y he pasado momentos muy desagradables por este hecho, me propuse tratar de convivir con el dislate y hacer de tripas corazón con la sana esperanza de que algún día el problema se resuelva.
Pero aquí no hay tregua porque la LFP ha tenido a bien informar que los costes que se generan por el uso de las cabinas de retransmisión son de 456.000 euros anuales en Primera y 252.000 en Segunda en liga, más la Copa del Rey, a cada cadena de radio.
A la vista de estas cifras, si te pones a hacer divisiones entre el importe total, el número de clubes y los partidos que se juegan, el precio por encuentro transmitido sale más caro que un crucero por el Caribe.
Y les garantizo que en los muchos años que llevamos trasmitiendo y viajando por esos campos de Dios y María Santísima, nos hemos encontrado, además de espacios en perfecto estado, otros en los que no faltaba de nada: sillas rotas, puertas que no cierran, ventanas que se caen, enchufes que no funcionan, polvo más que en el desierto, accesos imposibles, amén de otras lindezas como narrar entre el público.
Si esta gloria por la que hemos pasado muchas veces vale tanto, la capacidad de algunos para no sonrojarse es ilimitada. Y les garantizo que en todo este tiempo jamás me pusieron un negro que me abanicase, ni una dama que llamara a la puerta y nos sirviese un té con pastas a las cinco de la tarde.
La cosa parece que no termina ahí, porque por lo visto la pretensión va más allá y pretenden cobrar además por trabajar en las zonas de entrevistas a los jugadores, las llamadas ”zonas mixtas”, así como por asistir a las ruedas de prensa post partido. Deben estar de coña, porque si creen que las emisoras, que atraviesan una situación económica complicadísima, paguen lo que pretenden, ya pueden esperar sentados.
Este es el panorama.