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Los latidos del corazón

Joseba Llorente jugará en el Osasuna la próxima temporada en calidad de cedido porque así lo han querido la Real, Montanier, Mendilibar, el club navarro y el futbolista, quien, a la vista del panorama, prefiere competir donde sea antes que comerse las entrañas y volver a pasar un año en blanco con el consiguiente deterioro personal.

El verano en el que se recuperó la categoría perdida tres años después del descenso, Llorente y la Real se apasionaron, llegaron a un acuerdo y sucedió lo que todos querían. Nadie discutió entonces el fichaje. Martín Lasarte sacó lo mejor de él hasta enero de 2011, cuando una lesión le obligó a parar. El equipo lo notó, porque el rendimiento y los resultados dejaron de ser tan positivos.

Pasaron los meses. Llegó el final del ejercicio y la entidad mantuvo la categoría pero no al entrenador. Después de muchos intentos, de buscar aquí y allá, de manejar técnicos holandeses, alemanes, españoles y alguno más, fue elegido Philippe Montanier al que costó un Everest situarse en la realidad de la liga, en la exigencia del campeonato, en el valor de su plantilla y en las características de la misma.

Llorente no estaba bien. Una de sus piernas no respondía como se necesitaba. Tiempo de espera y esfuerzo de muchos hasta conseguir mejora física y acondicionamiento general. Superó las pruebas, entrenó con sus compañeros, pero no contó con la aquiescencia del técnico, que prefiere un tipo distinto de jugador al de Hondarribia.

Como quiera que al francés no le pueden obligar a poner a nadie, el delantero procesó la realidad y decidió muy a su pesar un cambio de aires, aunque en su fuero interno se preparó antes del comienzo de la pretemporada para estar en las mejores condiciones y convencer al entrenador de lo imposible. Por eso se va a El Sadar, porque el preparador no le quiere. Ni más, ni menos.

El futbolista tiene un buen contrato. Difícil de asumir por las pobres tesorerías de Primera División. Así las cosas, la Real le cede, abonándole cada equipo la mitad de sus emolumentos. Si el chico juega muchos partidos, marca bastantes goles y los navarros concluyen la liga en posiciones avanzadas, Osasuna pagará más.

Desde la frialdad, la única realidad visible enseña que los guipuzcoanos refuerzan a un rival directo con un futbolista de nivel, pagando media ficha y vaciando al vestuario de un individuo que aporta valores que no sobran. Difícil de asumir desde fuera. Eso sí, muestra su temor y salvaguarda el posible incendio impidiendo que el jugador se enfrente al club que más quiere en los dos encuentros del campeonato.

La rueda de prensa explicativa de Llorente ha sido ejemplar. Ni una mala palabra, ni un mal gesto. Se ha marcado un reto: “Volveré para triunfar”. Cuando llegue junio se convertirá de nuevo en patata caliente. Le quedará entonces un año de contrato. Se sabrá sin duda qué rendimiento haya ofrecido en Osasuna y se conocerá igualmente si quien  motiva su desdicha sigue en el entramado o respira otro aire. El tiempo, como tantas veces, será quien determine. La retirada de Aranburu y, la salida de Llorente dejan al vestuario con menos pálpito. Los latidos del corazón también ganan partidos.

Iñaki de Mujika