Jorge Dueñas, seleccionador femenino de balonmano, fue portero como jugador en activo. Los metas son versátiles. En pocos segundos pasan de la contención al ataque. es decir, de un paradón espléndido a un balón que sale disparado al contraataque. La capacidad discrimativa que les obliga a decidir en milésimas la mejor opción.
El paso de su equipo por Londres ha sido triunfal e inesperado. Ni el más optimista hubiera pensado que las llamadas “guerreras olímpicas” se iban a colgar bronce en sus cuellos. El grupo clasificatorio era brutal y los cruces no menos. Pero estos equipos hechos con martillo y cincel se esculpen en mármol duro e irrompible. Cada encuentro se convertía en “os vais a enterar lo que vale un peine”.
Ni son el mejor equipo, ni disponen de argumentos suficientes como para llegar hasta el tercer cajón del podio. Esa es la teoría, pero la práctica enseña otra cosa. Les faltan envergadura y lanzamiento, pero les sobran huevos. La cesta está llena, abarrotada de docenas de pasión, contundencia, esfuerzo, convicción y recursos con los que hacer frente a las deficiencias. Saben remontar cuando parece imposible. Defienden seis pero parecen dieciseis. Así un partido tras otro, hasta ocho. El último, con el añadido de dos prórrogas.
En éste, en el que las coreanas luchaban por lo mismo, pudo llamar la atención el contenido del último tiempo muerto. El técnico es frío, equilibrado, calculador. No discute que quienes gobiernan y manejan las situaciones son ellas. El papel del entrenador es como de pinceladas. Sabía de sobra que si el ataque funcionaba, el partido era de ellos.
Dueñas no sacó la pizarra, ni diseñó cruces, contracruces, permutas ni desdoblamientos. Simplemente cerró el minuto con una frase que se acuñará para mucho tiempo: “En ataque, con alegría”. A veces los entrenadores se convierten en farragosos, tratando de llenar de consignas las cabezas abarrotadas y agotadas por la exigencia del encuentro. Esta vez, lo tuvo claro. Chispa y decisión.
Desde ahí las jugadores se catapultaron hacia la victoria. Un triunfo que merecían y llegó. Las porteras parando todo, la defensa aniquilando rivales, la ofensiva ganando batallas y la guerra definitiva cuando sólo quedaban un par de fusiles con poca munición, pero certeros en la puntería.
Al balonmano femenino español, con la liga hecha jirones y con los clubes medio enterrados, esta medalla de bronce le sienta como un novio a una novia o como el agua al sediento. Debería servir para reflotar, pero como en el camino se han desaprovechado tantas oportunidades, da miedo decir ¡Viva la alegría!