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¡Pasen y vean!

La Real y el Espanyol le tenían al encuentro de Anoeta más ganas que el comer. Venían ambos con una sensación de tristura de sus primeras experiencias coperas que necesitaban cuanto antes tratar de redimirse. Más en el caso local que sucumbió ante un segunda de modo calamitoso. El día después del partido en “El Arcángel”, al presidente Aperribay se le vio en las proximidades de la Mezquita de Abderramán hablando por el móvil.

Bueno, más que hablar, lo que hacía era mostrar su indignación por lo vivido, levantando la voz por encima de lo que acostumbra y dejando claro, a quien escuchaba al otro lado del móvil, que estaba harto de que le tocaran el cairel. Me lo contaron seguidores del equipo realista que viendo el calentón no se atrevieron ni a saludarle. Supongo que de puertas a dentro tocó trompeta y puso las cosas en su sitio.

Los dos equipos protagonistas convivieron el viernes por tierra y aire, en los tiempos de espera de los aeropuertos y en los traslados. Unos y otros cruzaron alguna palabra, un saludo de compromiso y se miraron como diciendo: “Os vais a enterar”. Si los visitantes andan con elecciones y candidaturas, tratando de equilibrar la vida futura, los de casa tienen pendiente desde hace tiempo dejar claro que son lo que dicen que son y no lo que parece que son.

Por eso, ayer estaba muy atento a los comportamientos. Marca la tradición que después de una chapuza, individual o colectiva, viene una reacción que tranquiliza las mareas. Un partido en domingo y a las doce conlleva cambiar los hábitos. Te levantas antes. Vas a misa de víspera. Llegas al estadio con un café con leche y te jamas un bocata en el descanso, comentando con el de al lado aquello que te venga en gana. Por supuesto, te quedas sin vermú con calamares y llegas a casa cerca de las tres. ¡Encima de mala leche!

He dicho y escrito muchas veces que cada vez que el calendario nos pone una semana con tres citas, hay que echarse a temblar, porque rara vez sacamos adelante los compromisos. Se vuelven locos los entrenadores con las rotaciones pariendo alineaciones que no se le ocurren ni al enemigo. Se despistan los futbolistas a la hora de medir esfuerzos, porque no saben si van a jugar uno, dos, tres o ningún partido. Y nos volvemos tarumbas todos los demás que nos ponemos a realizar cálculos en la creencia que las cosas van a salir de color de rosa. ¡Caca, culo, pis!.

El equipo que decidió el entrenador cuando menos, por inesperado, llamó la atención. Esa era una de mis incógnitas. Ausentes les garçons de Rochefort y Macon, el equipo se quedaba sin referentes veloces, de juego entre líneas y de capacidad de “armar alguna” en medio de la habitual espesura. Aún y todo, los realistas dominaron, llegaron, sacaron mogollón de corners, remataron, pero no consiguieron traspasar la puerta del seguro Cristian.

Luego, llegó el minuto fatídico. Dicen los que saben que cuando un equipo es capaz de tocar tres veces el balón dentro del área en un saque de esquina, la jugada concluye en gol. Dicho y hecho. Primero una prolongación, más tarde el toque de un central y finalmente el remate del otro central para más “inri”. Colotto puso al aire las vergüenzas defensivas en las jugadas de pelota parada. ¡Como tantas otras veces!.

El partido se acabó ahí. Bueno, antes, porque los cambios que decidió Pochettino, antes que su rival, apuntaron claramente a la victoria. Stuani junto a Longo, en lugar de amontonar defensas para defender el empate sin goles. Le salió redonda la jugada. Justo lo contrario que a los locales que no fueron capaces de levantar la cabeza ante el mazazo.

Y como la grada expresó lo que siente y lleva dentro desde hace tiempo, el tramo final del partido fue un calvario con todas las de la ley. En medio de la sonora decepción, el equipo concluye la semana con un punto y mucho desánimo. Obviamente, la pregunta que todo el mundo se hace: ¿Y ahora qué?.

Volverá el presidente a coger el teléfono. Si al lado de la Mezquita no se sabe a quién envió las llamadas, ahora menos. Supongo que está preocupado y que sólo con calma decidirá lo que tenga que decidir junto a sus personas de confianza. La papeleta no es fácil, pero tampoco inesperada. Mientras hablamos de proyectos de futuro, de economía solvente, de confianza en la línea mantenida, la marcha del equipo es la que es. ¡Pasen y vean!. Y decidan.

 

 

Iñaki de Mujika