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Café, copa y puro

Crucé unas cuantas apuestas antes del derby de San Mamés. Más por entretenimiento que por convicción. Siempre con el deseo de ganar y provocar un poquito, o un muchito según los casos, a la otra parte que supongo acepta el reto con el mismo objetivo, ya que el contenido del montante se reduce a un pintxo pote que es una de las invenciones más exitosas de los últimos tiempos en el sector de la restauración. Gracias a la victoria, a los goles de Antoine, Imanol y Carlos las he ganado todas.

Cómo cambian las cosas con el tiempo. Antes, la apuesta preferente se concretaba en un “completo”, es decir, café, copa y puro. En bares y tabernas se acostumbraba a consumir cafelito, un coñac de andar por casa y un farias que era la marca más tradicional de puros. Ahora, ya no se fuma dentro de los establecimientos, y creo que se consume poco Veterano o Soberano, los brandys tradicionales.

Pervive el café. En algunas zonas muy concretas, se incorpora anís o cazalla a la copa para concluir en un sol y sombra que a los críos nos llamaba la atención al comprobar la convivencia en capas de ambos alcoholes. Una mañana muy gélida, volviendo de un partido, paré en Somosierra a desayunar y los trabajadores que andaban por allí se enjaretaban un Chinchón de trago. Una vez lo intenté y me quemé hasta el habla.

Los derbys facilitan el intercambio de pareceres. Antes de que pite el árbitro se admite todo. Que si vosotros, que si nosotros. Cada cual expresa las razones que le llevan a confiar en los suyos o dudar del real rendimiento de los contrincantes. Esto se repite con fidelidad absoluta cada vez que Athletic y Real se enfrentan. Ha habido ocasiones con fuego cruzado, artillería pesada y tomahawks a la línea de flotación enemiga. En cambio, otras, caso de anoche, se han dado la mano y no han estado lejos de cantar, agarrados, aquello del “corro de la patata”.

Después la grada, los seguidores ilusionados con los suyos, añorando que todo salga de cara y la felicidad impagable recorra todos los recovecos del cuerpo exultante. Camisetas, gorras y bufandas (ayer con más motivo porque la rasca a orillas del Nervión era fina) para identificarse y hacer pública manifestación de sus afecciones.

Pita el árbitro y se acaban las teorías. Pura y dura práctica. Dos entrenadores extranjeros, como ajenos a la causa, pero involucrados por sus respectivos entornos. Alineaciones más o menos escondidas para no dar pistas al rival y desarrollo sobre el tapete de las tácticas pergeñadas con mimo y celo. Montanier pudo contar prácticamente con todos los que quiso. Bielsa, no. Las lesiones hacen mella en la bancada rojiblanca, además del rosario de sucesos que se acumulan desde el verano.

Cada equipo se diseñó al modo de los adiestradores. Montanier decidió sentar a Vela para dar salida a Agirretxe en la formación inicial y con ello dar carrete a quienes entendían que la situación aconsejaba otra cosa. Las redes sociales y los móviles se colapsaron tres horas antes del inicio del encuentro cuando saltó un rumor-noticia que se confirmó posteriormente. Debió entender el técnico francés que la salida rojiblanca podía ser enorme y que necesitaba arriba un referente más concreto para contestar la propuesta local. En la estrategia táctica prefirió contar con el mexicano más fresco cuando la pelea fuera diferente y el partido llevara minutos de desgaste.

Quizás ahora, el técnico galo modifica lo que hace un año era su razón de ser. Agirretxe jugaba en casa y mucho menos fuera. Este año la Real disputa los partidos de casa con falso delantero. Si esa es una constante, la decisión de anoche se basa en su convicción, arrastrando a Vela al banquillo que es lo inhabitual. Que si las cosas salían mal le iban a caer más palos que a una estera era algo incuestionable.

El primer tiempo ofreció mejor cara de los locales. Presión, juego directo, agobio al rival y un gol espléndido de Ibai Gómez a centro no peor de Aurtenetxe. La Real, sin balón ni juego, estaba tocada y casi hundida, pero el fútbol es gol. Al centro de Chory le puso rúbrica brillante Griezmann cuatro minutos más tarde. Cuando peor pintaba, los guipuzcoanos recuperaron el habla y las sensaciones y quizás los mejores minutos, parecidos a lo que suele ser su virtud y que hasta entonces habían brillado por su ausencia. La Real jugaba a lo que no le gusta o a lo que no sabe. Empate y al vestuario.

Quedaba un mundo, pero giró a favor de las voluntades visitantes. Fue clave el segundo y decisivo el que cerró tanteo, casualmente firmados por Agirretxe y Vela, los elementos de la discordia en la previa del encuentro y los vitoreados, como el técnico, a la conclusión del partido de la despedida. No sé si luego hubo café, copa y puro, pero pelotazos (y no de goma) sin discutir. La nueva gente de la plantilla y muchos jóvenes que les adoran ya han podido disfrutar de algo que les faltaba.

Iñaki de Mujika