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El baúl de la Piquer

Disfruto mucho con el primer café de la mañana, porque es compartido y parlamentado. Es decir, se raja suficiente como para que el tiempo pase de modo entretenido y consigas enterarte de “lo último” en cualquier faceta de la sociedad ya que quienes rodeamos la mesa procedemos de mundos variopintos. El sábado, aprovechando que estaba claro, el cielo pintaba de azul y la temperatura era llevadera, salimos como los caracoles, al sol, y nos sentamos en una terraza del centro donostiarra.

No sé el porqué, pero de repente alguien habló de “El baúl de la Piquer” para concluir “a qué no tienes huevos de titular así el beaterio del lunes”. Te puedes imaginar que ese reto es para quien esto escribe como una novillada sin picadores. Y no es chulería. Si Bielsa hizo cuentas en la penúltima rueda de prensa y aseguró, sin ponerse rojo, que su equipo debería llevar veinte puntos más, puedes imaginar que puedo escribir de Doña Concha unos cuantos párrafos sin que me tiemble el pulso ni le dé un tic al párpado derecho.

Cuando la cantante se desplazaba a hacer las Américas cargaba el barco de baúles. No cogía hotel porque prefería alquilar una casa en el lugar de la gira. Así que llevaba toda la ropa de las actuaciones, más la de cama, comedor y baño. Se juntaban los de la compañía y encima los que sumaba su marido, dos llenos de aceite oliva de la marca Ybarra. No sabía cocinar. De hecho presumía que lo único que hacía bien eran los huevos duros.

Interesado por el reto que suponía escribir de esta cantante y actriz, busqué historias de la vida. El cálculo de los baúles se cifra en más de setenta, debiendo no olvidarse del perro de su hija Conchitín que atendía por “Tico” y el canario de la Piquer que respondía a “Don Marcelo”. Muchas veces el tiempo desfigura la realidad y esta intérprete valenciana que bordaba la copla pasa a la historia por los arcones con los que se desplazaba, a pesar de que triunfaba con canciones como “Ojos verdes“, “Y sin embargo, te quiero“.

La historia se escribe y valora desde muchos puntos de vista. En el deporte, y concretamente en el fútbol, priman los resultados y las victorias, fin último de la competición y razón de ser del entrenamiento. Alguien acuñó con acierto aquello de “jugar como nunca y perder como siempre”, dando a entender que las derrotas matan y el éxito reconforta. Tal vez, la Real no hizo un partido redondo en San Mamés, pero ganó y un triunfo en ese escenario se cotiza por encima del juego de salón, del taconazo o del tocar y tocar. Hubo poca gollería, ringorrango y abalorio. Tres puntos y sea usted bendecido.

A raíz del subidón por la consumada victoria, la Real se encaramó por méritos al puesto clasificatorio que al final de temporada valdrá competición europea. Y casi de seguido, se abrió la tapa del baúl y salieron las coristas poniendo letra a la música que, traducida a libreto, habla de la renovación del entrenador por una temporada más. Esta misma semana una persona influyente me preguntaba al respecto. Pese a los resultados, “No es fácil decidir” contesté sin dar demasiadas explicaciones. La frialdad es buena consejera. Evadirse de la realidad que supone una estupenda racha de resultados, cuesta.

La llegada del Betis constituía como tantas otras veces una oportunidad y un problema, derivado de las ausencias forzosas de Illarra y Chory Castro que afectaban al balance y a la creación. Montanier decidió lo que le gusta, es decir, jugar con Zurutuza en detrimento de Rubén Pardo. Decisión que a unos agrada y a otros no. Como los pimientos de Padrón. Puso a Vela desde el principio ante la ausencia del uruguayo y dejó a su compatriota Ifrán en la bancada a la espera de acontecimientos y del cariz del encuentro.

El primer tiempo fue de los que gustan. Los dos equipos jugando de frente y vertical, dominando más los realistas y creando claras ocasiones en el portal de Adrián, pero un linier se encargaba de abortarlas, equivocándose cada vez que levantaba el palo. El pobre no dió una. El espléndido remate de Griezmann merecía premio mayor que la anulación del gol legal. En el fútbol se dice muchas veces que de un corner a favor no venga una ocasión de los rivales. Dicho y hecho, del remate al palo de Agirretxe pasamos al tanto de Jorge Molina en una contra de libro que no pudimos o no supimos remontar antes del descanso. El Betis se iba al vestuario demasiado reconfortado.

Luego, llegó la ruleta rusa, una locura no sé si controlada. Todo perdido con el segundo tanto sevillano. Todo ganado con tres goles en un cuarto de hora. Más tarde, todo empatado con el último de los verdiblancos. Nivelación que duró hasta el final aunque en el camino se produjeran momentos espectaculares que los aficionados a este deporte agradecimos. Partidos como el de anoche, pocos.

Ninguno de los dos equipos especuló ni se dio por satisfecho con el resultado hasta que las fuerzas les fallaron porque era imposible mantener semejante ritmo durante todo el encuentro. Concluido el mismo, ambos entrenadores se abrazaron y se felicitaron por el partido ofrecido. Cada cual abrió su baúl y eligió las mejores galas para un partido difícil de olvidar.

 

 

 

 

 

 

Iñaki de Mujika