Un equipo ciclista es un mundo. Mucho más si el origen de los corredores que lo componen pertenece a eso que se denomina la “aldea global”, es decir, uno de aquí, otro de allá y otro de más allá. Dentro de cada formación están repartidos los papeles; manager, directores, mecánicos, médicos, fisioterapeutas y personal que se encarga de asuntos de infraestructura. Por encima de este conglomerado, los ciclistas.
Ellos son la única razón de ser y alrededor de ellos se mueve todo. Si no existieran, nada tendría sentido en este deporte. Idéntico a los demás. De sus éxitos depende casi todo. En las derrotas o en las malas noticias se instala la desazón y el nerviosismo. Querer, aquí no es poder, porque influyen muchos elementos externos que determinan. Por ejemplo, la climatología.
La reciente Vuelta al País Vasco es un ejemplo de ello. Los corredores han debido soportar con estoicismo la dureza del entorno. No les ha faltado de nada y a medida que avanzaba la semana, todo se fue haciendo más complicado. Hasta tal punto que, en la penúltima jornada, medio pelotón se fue a casa antes de cruzar la línea de meta. Pude coincidir con alguno de ellos cuando traspasaban el umbral del hotel, tiritando, sin articular palabra y sin poder quitarse los botines y la ropa de competición.
Por eso es necesario valorar el papel de quienes lo intentaron desde el primer minuto. Amets Txurruka y Omar Fraile se escaparon muchos días, recibiendo el apoyo y el reconocimiento de los aficionados que saben valorar mejor que nadie los esfuerzos. Al borde del camino, nunca les faltaron voces de aliento. También las de su director. Caja Rural vino como invitado a esta cita y cumplió con creces lo que se le pedía. No ganó etapas pero dio la cara y nadie a esta hora puede poner en tela de juicio su actitud en la carrera.
Sin embargo, eso no se traduce en puntos UCI. Es decir que, te pases media vuelta escapado, ganas el premio de la montaña y de la combatividad, ofreces una imagen espectacular como equipo, pero no triunfas. Los puntos se los llevan otros cuando tú has sido el que te lo has currado. Esa es la cuestión que urge debatir. Corredores como los citados pudieran estar hoy defendiendo otro maillot. Y no lo hacen porque su pedigrí no suma éxitos. Aquí no vale trabajar para el equipo, aquí la palabra gregario se diluye, aquí sólo sirve ganar.
Esta es la realidad. Quizás sea imposible vivir del romanticismo, pero me gustan los ciclistas que lo intentan, los que aguantan todo, los que se la pegan bajando un puerto, los que se dejan el alma, los que te hacen sentirte orgulloso de ellos, los de siempre…