Alex Ferguson decide retirarse después de casi tres décadas en el banquillo del ManU. Lo decide él, por salud y porque entiende que los ciclos se terminan. La mayor parte del éxito en este tiempo le corresponde: grandes jugadores, traspasos y fichajes, competiciones ganadas, prestigio y gestión porque el United es el club más rico del mundo por delante de Barça y Real Madrid.
No sé si es bueno o malo, si su sistema de trabajo es rancio y obsoleto o coquetea con la modernidad. No estoy dentro para saberlo. Intuyo por los indicios que es exigente y respetuoso al mismo tiempo, que se ha ganado el prestigio de los futbolistas que han pasado por sus manos y el de los colegas a los que en el tiempo ha derrotado muchas veces.
Es el ejemplo británico por naturaleza. Con el título de “Sir” ha vendido imagen personal y de club. No le han hecho falta ni soflamas, ni incendios, ni palabras malsonantes, ni asonadas, ni guerras intestinas…nada. Simplemente, trabajo y respeto.
Mientras el mundo del fútbol expresa admiración al técnico que se retira, otro entrenador ocupa páginas y páginas que no se refieren a los éxitos deportivos que está consiguiendo con su equipo, sino al pim, pam, pum en el que parece disfrutar como nadie el entrenador portugués José Mourinho, la antítesis de lo que venimos diciendo de Ferguson.
Cuesta mucho entender que ambos se dediquen a lo mismo en dos grandes clubes, que traten de manejar los “egos” de los vestuarios y obtener, del difícil equilibrio y de la respuesta positiva de todos, los éxitos que la afición ansía. Supongo que en el entorno del Madrid hay mucha gente que se pregunta lo mismo que Cicerón al inicio de las Catilinarias: ¿Hasta cuando vas a abusar de nuestra paciencia?.
Es insufrible que no hable de fútbol, ni defienda a los futbolistas que entrena y que fomente pleitos. Debería mirarse en el espejo de Sir Alex, aunque sólo fuera por lealtad al deporte al que debe servir. Es una opinión, a simple vista.