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Cuando dicen que está mal…

Cada vez que dicen que Aimar Olaizola no está bien y que tiene problemas, me agarro los machos y espero al siguiente partido. Con machacona insistencia echa por tierra los pronósticos y se exhibe como el campeón que es. Siempre respetuoso con los rivales, les valora antes de cada conquista.

Expresó las dificultades que podía causarle Mikel Urrutikoetxea. Sabedor de la fuerza y de la ilusión del pelotari de Zarátamo, no dudó en la forma de jugarle. Sabía que el principio del partido iba a ser exigente, pero que a medida que el encuentro avanzase, la tensión o la ansiedad podían jugarle una mala pasada.

Aimar supo esperar. Llegó, en plena igualdad, una pasa en el saque del pelotari vizcaino que Olaizola no dudó en aprovechar para tirar de libreto y arrear. Y si le das ventaja, no la desaprovecha. Las tablas y la experiencia cuentan. Lo demuestra a cada paso. Falla poco y en general en los momentos menos trascendentes. Preparado, con las manos mejor o peor, se mueve en la cancha con la habilidad de una ardilla. Llega a todo y ejecuta. Así ha sumado finales y txapelas.

De un tiempo a esta parte se encuentra muchas veces con Juan Martínez de Irujo en los partidos decisivos. Nadie duda a la hora de asegurar que ambos están un escalón por arriba del resto y que los dos se necesitan. Les gusta enfrentarse. A la frialdad de Olaizola se une el calor de Irujo. Mientras uno trata de templar, el otro acelera. Eso sí, sacuden pelotazos sin tregua, juegan al escondite, se estorban, se cruzan pelotas al ancho o arriesgan en dejadas que casi nunca son imposibles.

El frontón volverá a llenarse. La cátedra apostará por el campeón, pero quien quiere recuperar el cetro no dirá su última palabra hasta el final de la final. Quince días por delante para hablar de claves, material, estados de forma, deseos, vivencias y sueños.

Iñaki de Mujika