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Esencias del tarro txuri urdin

Los deportistas suelen ofrecer dos caras. Una más pública que corresponde a la competición, al día a día de su profesión y otra, más intima y privada a la que tienen acceso los entornos cercanos y pocas personas más. Los futbolistas por lo general son los más celosos de su intimidad, porque son los que soportan mayor presión exterior y mediática.

Por eso, me apetece referirme a Mikel Labaka, el futbolista guipuzcoano de Azpeitia que ha decidido a sus treinta y dos años poner fin a su carrera profesional. Jugó en el Lagun Onak, Real Unión y Ciudad de Murcia, en estos dos últimos en calidad de cedido por la Real, el club de su vida y sentimientos. Un día le llegó la oportunidad y no la desaprovechó hasta que el signo de los tiempos le llevó hace  un par de años a Vallecas. El Rayo ha sido su última estación.

Central de equipo, eficaz y contundente. A la vieja usanza, como aquellos “cincos” que ponían a tiempo el fielato y no pasaba nadie. Ahora los defensores deben hacer muchas más cosas. Situarse mejor, achicar espacios, adelantar líneas, tocar la pelota, coberturas, desmarques…todo un compendio que va mucho más allá del concepto tradicional de stopper.

Mikel Labaka, como decía al principio, era un futbolista para el gran público y otro muy distinto para su órbita más cercana. Serio y riguroso en sus comportamientos ha sido pieza importante en el vestuario guipuzcoano, porque ha defendido los valores que significa ser de la Real Sociedad y porque ha tratado en todo momento en salvaguardar la identidad de un club al que aportó muchas cosas.

Ahora que se ponen de moda los egos, destaca la actitud de este tipo de deportistas que son queridos por los aficionados y que pesan en el colectivo de compañeros. Labaka representa el santo y seña de una generación que vivió el descenso de categoría y que no se repuso hasta devolver al club a donde le correspondía.

Satisfecho, siguió su camino y ahora como espectador disfrutará de muchas de esas cosas que el sembró y que ahora otros acogen como suyas. Esos son sus méritos, esencias de un tarro que el tiempo y los protagonistas han ido llenando para que las generaciones futuras entiendan qué significa defender esa camiseta.

Iñaki de Mujika