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Entre la tempestad y la calma

Dicen que tras la tempestad llega la calma. En el caso de las regatas de La Concha eso es imposible, porque después de la primera jornada, si ésta acaba con emociones, la semana se hace tremenda, nerviosa, llena de sueños y esperanzas. Cada cual da rienda suelta a sus ilusiones hasta que lleguen las doce del próximo domingo y el mar ponga a todos en su sitio.

Nos gusta que las diferencias en la primera jornada sean cortas y que nada esté decidido, precisamente para que informativamente la semana nos dé juego y todos compartan con los oyentes las sensaciones y lo que se cuece en cada vestuario.

Las apuestas y los apostantes no seguían el camino que luego las traineras desarrollaron en ambas tandas. Sorpresas por todo lo alto. Y lo hubiera sido mayúscula si San pedro entra en la tanda de honor en detrimento de Kaiku, gran favorito del domingo.

Me gustaron las declaraciones de su presidente en Onda Vasca. No puso un solo pero al resultado, reconoció que no habían estado bien, pero dijo también que nadie dude de que los sestaoarras pelearan el próximo domingo hasta el final. “Somos guerreros”, afirmó.

Luego están las diferencias, los pocos segundos entre unos y otros. A Urdaibai, Hondarribia y Orio les separan a lo sumo un par de olas. Eso es garantía nuevamente de espectáculo. Lo mismo que las féminas. Parece que la bandera de la Concha no irá esta vez a Galicia. Si no pasa nada raro, se quedará en casa para premiar el esfuerzo de esas chicas que se superan cada temporada.

Toca felicitar por tanto a todos los protagonistas, a los remeros que hacen de este deporte un espectáculo, y que son tan profesionales como el que más. El suyo es un esfuerzo amateur, en su mayoría compiten por el sentimiento de los colores. Con los tiempos que corren, su actitud es ejemplar.

Ganen o pierdan las regatas, sus seguidores les valoran, les acompañan hasta donde haga falta. Unos y otros comparten un lema de algunos clubes en el fútbol inglés, que en la puerta de sus estadios reza: “Nunca caminarás solo”.

La rampa del puerto donostiarra se convierte en un hervidero humano. Nunca sabes de dónde sale tanta gente y como entran tantos en tan reducido espacio. El cariño verdadero, más allá de los segundos de diferencia o del puesto en la clasificación. Aquí la fidelidad es inquebrantable.

 

 

 

Iñaki de Mujika