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Unos días de descanso no nos vendrán mal

Al concluir el partido del Olympique, cerrados los vestuarios y escrito el beaterio correspondiente a la gesta realista, me fui un poco de mambo. Era imposible encerrarse en casa. Verano, noche estupenda de agosto y un par de jarritas cerveceras que entraron como cuchillo en mantequilla derretida.

Había sonado la campana de la una en el reloj de la parroquia cercana cuando entré en casa. Sudaba por todas partes, empapado. Así que toda la ropa a la lavadora y yo a la ducha de agua fría con la que el cuerpo recobró su equilibrio. Luego, directo a la cocina, a intentar cenar sobre las dos menos veinte de la mañana. Un poco de queso y varias piezas de fruta. Cinco minutos de sofá ante la televisión y directo a la piltra.

Roque como un oso en hibernación, de repente un estruendo en casa que, con el silencio nocturno, asemeja la bomba de neutrones. Susto de muerte. Alerta, con los oídos estirados, espero posibles nuevos ruidos que me orienten. Nada. Con el corazón palpitando a doscientas pulsaciones por hora, decido levantarme. Asomo al pasillo, ni atisbo. Voy al salón y encuentro un jarrón con flores secas por el suelo y un cuadro que estaba en la pared, caído, con el marco destrozado.

Es una pintura realista de un puente sobre el río del barrio irundarra de Meaka-Ibarla. Le tengo mucho cariño porque era un regalo de un pintor fallecido, Jaime Sorondo, al que le hice un reportaje entrevista que le gustó y quiso agradecérmelo. La obra estaba intacta, pero el contorno descuajeringado. A esta hora ya está en manos de quien lo restaurará y devolverá a su ser. Pero el sobresalto no me lo quitó nadie.

Imposible volverme a dormir. Así que a encender la televisión y volver a ver el partido de Anoeta, tratando de descubrir aquellas cosas que sobre la marcha pasan más desapercibidas. Puedo escribir que el partido de los dos centrales, Anso e Iñigo, más el de Markel, fue todo un ejercicio de eficacia. ¡Qué diferentes son los partidos cuando sabes cómo terminan!. Allá por las cinco de la mañana, caí rendido como una princesa ante su amado y desperté mucho más tarde de lo habitual. Rotos los protocolos, tocaba retomar el día a día.

Pasada la clasificatoria y el sorteo de Champions que cada cual interpreta a su manera con la dosis de optimismo correspondiente, dediqué el tiempo a preparar el partido de Anoeta ante los colchoneros, equipo fuerte, aguerrido, dispuesto a todo donde sea y contra quien sea. Ese es el estilo que ha arraigado desde que llegó Simeone. Jagoba Arrasate lo sabía de sobra, tanto en las palabras previas al partido como en la elección de los jugadores con los que afrontaba el reto antes de la semana de descanso. Los dos técnicos repitieron confianza en los protagonistas de la última cita con la única excepción de Cadamuro, la elección del míster para sustituir al lesionado Estrada.

“El Cholo” siendo jugador se comportaba en el campo como un futbolista sin fisuras. La palabra miedo no existía en su diccionario y aportaba al equipo toda la fuerza que necesitaba para ser efectivo. Hoy, en el banquillo, prolonga su manera de ser y quiere que sus futbolistas hagan lo mismo que él. Por eso, atacan y defienden como un acordeón. Aprietan y aprietan hasta agotar al contrario, mucho antes que ellos. En cuanto, se produce una fisura, un error, aguijonazo, gol y aponer el partido de su lado y como les gusta.

La Real de ayer se pareció poco a la precedente. Sólo con la salida de Granero al campo se movió el entramado y rompió la fisonomía que el partido ofrecía desde el minuto inicial. El equipo estaba pestoso, lento, sin ritmo, ni ideas con las que dar respuesta al planteamiento colchonero. Para cuando quisimos darnos cuenta perdíamos con claridad y no se atisbaba reacción, pero el fútbol, no sé quién lo dijo, es para listos y justo en aquel minuto que tanto le gustaba a Montanier para hacer sus cambios, se juntaron Granero y Xabi Prieto para pegar un derechazo al que Courtois no pudo dar respuesta.

Hace muchos años, paseando por un mercadillo en Valencia con jugadores del Bidasoa de balonmano, una señora que despachaba en un puesto de quincallas, al ver al larguirucho pivote del equipo afirmó sin sonrojarse: “Que bueno para coger higos”. El meta belga hubiera escuchado lo mismo, porque es alto como la luna y eficaz como pocos. Salvó los muebles de su equipo con dos paradas excelentes a sendos remates de Granero y Rubén Pardo cuando casi no quedaba tiempo. Se hubiera producido un estruendo como el de casa, si uno de los tiros sube al marcador.

Es decir que, la Real pudo empatar un partido que parecía perdido porque los rojiblancos fueron superiores desde el principio. Lo bueno es que ahora disponemos de una parada que permitirá recuperar fuerzas y lesionados y aportarle al entrenador mayores y mejores recursos para resolver todo lo que se asome por el camino. Lo mismo que la tienda de enmarcar que salva mi cuadro, roto como muchos minutos realistas de ayer en Anoeta. El descanso nos sentará bien.

Antes de terminar me gustaría dedicar unas líneas a la capacidad de los remeros/as que ayer ofrecieron un espectáculo impecable e impagable en las regatas. Tandas preciosas, emoción por todo lo alto y esperanza que, como la risa, va por barrios.

Iñaki de Mujika