No recuerdo quien me comentó un día que el fútbol no tiene memoria y que los grandes logros del pasado reciente se olvidan pronto, que sólo sirve el día a día y que las cañas se tornan lanzas en un santiamén. El cese de los entrenadores podría encuadrarse perfectamente en este apartado.
José Luis Mendilibar acudió al rescate de Osasuna, cesado Camacho, cuando los navarros estaban en situación comprometida, coqueteando con el descenso. El día de los enamorados de 2011, ambas partes llegaron a un acuerdo por el que el técnico de Zaldibar se responsabilizaba del banquillo osasunista con el claro objetivo de salvar la categoría.
Superado el reto, el entrenador continuó la siguiente temporada logrando con su equipo la séptima plaza al final del campeonato a un punto de conseguir plaza europea. En tiempos de vino y rosas, siguió al frente de la nave un ejercicio más con la plantilla menos competitiva pero fiel a su estilo. Cumplido el plan, Osasuna seguía en Primera y Mendilibar en el banquillo.
Estábamos, por tanto, al inicio del presente ejercicio. La continuidad del técnico le convertía en el más duradero de la categoría ya que ninguno de sus compañeros llevaba tanto tiempo al frente de un equipo como él. Mientras tanto se producía un cambio en la presidencia de la entidad, Miguel Archanco sucedía a Patxi Izco.
De este modo se modificaba la gestión y la relación, lo mismo que con el responsable de la dirección deportiva, Martín González, eficaz gestor de buen talante, que sale también de la entidad en lo que parece un golpe de timón, obligados por las circunstancias económicas o los deseos de oxigenar estructuras según se desprende de las declaraciones de unos y otros.
Decía San Ignacio que en tiempos de tribulación no es bueno hacer mudanza. En las crisis a lo mejor no es bueno cambiar, sino fortalecerse. Hace ahora un año, Mendilibar y los suyos sacaron un punto en las cinco primeras jornadas. En este caso, no va a ser posible repetir experiencia porque la confianza se ha perdido. Quizás antes de la fecha en la que se oficializa el despido de un entrenador que cumplió con creces la tarea encomendada.
Al iniciarse el ejercicio los dirigentes podían pensar que el ciclo estaba terminado. Y la misma idea barruntaba en la cabeza del preparador. No ha habido que esperar mucho para comprobarlo.