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La pasión según Rooney

Leía hace unos cuantos años la crónica de un partido, creo que del Athletic, cuyo titular hacía referencia a la necesidad de encontrar un delantero centro resolutivo, que los franceses llaman “finisseur”. Esta denominación precisamente le sirvió para titular la información, al tiempo que reconocía lo duro que es para un equipo crear ocasiones y no resolverlas. Los arietes son parte consustancial al fútbol y al resultado final de los partidos. 

De vez en cuando charlo con un secretario técnico al que me une muy buena amistad desde que jugaba y le entrevistaba. No milita en ningún equipo vasco, aunque le gusta venir por aquí a ver juveniles o partidos de otras categorías. Sueña como todos con descubrir ese mirlo blanco que refuerce el juego del equipo y resuelva los problemas, mal endémico de muchos, que se relacionan con la falta de gol.

Disfruto viendo choques en los que soy mero espectador, y como sucede con el referido secretario técnico, trato de encontrar futbolistas que me digan algo. Por ejemplo, un ariete que hace unas semanas pasó por Gal  me gustó. Le llamé, le comenté y le sugerí que le siguiera. Ciertamente le advertí que en materia de delanteros centros, unos me gustan más que otros. Creo que un “9” debe ser de una manera, con y sin balón, valorando que lo prioritario es meter goles. No hace mucho discutí sobre Villa. No es el tipo que prefiero, aunque se forre a marcar goles. Suelo rendirme ante jugadores como Georgios Samaras (Celtic) o Robert Lewandowski (Borussia) que me apasionan.

La primera vez que encontré a Van Persie reconozco que me cautivó. Fue en el Feyenoord,. Le sigo desde entonces y si en estos años veía muchos partidos del Arsenal era por disfrutar de sus movimientos y remates. Espléndido. Por eso, cuando le fichó el Manchester United pensé para mis adentros, modestia aparte, que alguien en ese club apreciaba el buen gusto por el fútbol y que yo no andaba muy desencaminado el día en que le conocí. Es una mezcla de intuición y admiración por la obra bien hecha.

Creo que es letal. Cuando el sorteo nos emparejó con el rival de anoche, pensé sólo en eso, en disfrutar viéndole contra nuestra defensa, del mismo modo que nuestra zaga disponía de una oportunidad impagable para ofrecer lo mejor de ellos mismos ante un tandem monumental como el que componen Rooney y el propio atacante holandés. Sinceramente era lo que más me atraía en el día de ayer. Cuando tuve la alineación en mis manos y comprobé que faltaba, sentí una mezcla de disgusto y descanso. Chicharito es diferente y no está en la lista de mis cromos preferidos.

Sabedor del ritmo al que juegan los ingleses, del poco rigor defensivo que a veces ofrecen, creía a pies juntillas en la misma pelea pero en el área contraria. Lo primero que quería saber era la apuesta que hacía el técnico realista. ¿Mantener a Imanol o tirar de Seferovic?.. Esa fue una de las cuestiones de debate en la última tertulia del lunes en Onda Vasca. División de opiniones, porque unos se decantaban por el suizo y otros, yo entre ellos, por el de Usúrbil.  Puede que preguntes el porqué. A lo mejor no encuentro una respuesta convincente, ya que muchas veces juego con la intuición y las sensaciones, más allá de números y de realidades tangibles.

En partidos habituales presto poca atención a las decisiones de los técnicos respecto del once, pero en las grandes citas doy más vueltas y diseño la alineación con la que afrontaría el partido. En partidos de este nivel es cuando deben aparecer los mejores, los que definen, los “finisseurs” de los que hablaba al principio. Sin Van Persie, mis ojos se clavaron en Rooney, un futbolista formidable, el mejor delantero inglés, que ha ganado en madurez, Se mueve por donde quiere haciendo de la libertad un privilegio. Corre, para, pasa, temporiza, encara, remata…un compendio de grandezas. Al concluir el partido cambió su camiseta con Mikel González que sufrió en carne propia como el resto de compañeros el valor de su eficacia. Incluyo en ese abanico de realidades la pasión que le pone. Lo lleva en la sangre. De sus botas y del corazón salen el ritmo de juego, la razón de ser del pase vertical, de la búsqueda de los extremos y de los centros, entrando de atrás con todo, sin dejarse nada en el camino. Lo mismo que cuando presiona.

No desaprovecha la oportunidad cuando se la brindas y la Real de ayer cometió el error de los principiantes. Los realistas salieron en Old Trafford con el corazón acelerado y los miedos repartidos. Esos desajustes conducen al descontrol y a la falta de concentración que al minuto de juego ya había pagado una factura en el marcador con el tanto en propia meta y un Everest por delante.

Los ingleses dispusieron de oportunidades para marcar pero no lo hicieron. Los de Arrasate, menos, pero tampoco. Es decir que, al final decide el partido un autogol. Eso es lo que produce pena, porque en el análisis frío de los números sólo hemos perdido por la mínima en dos escenarios poderosos como Manchester o Leverkusen en donde no merecimos semejante castigo. Si como muestra vale un botón, ayer los ucranios de Shakthar se llevaron un carro.

Hablaba al principio de los “terminadores”. Vivimos un desamor con el gol. Nos penaliza. Quizás a los delanteros haya que pedirles, como a los mediocampistas, un poco de esa pasión, la pasión según Rooney que ayer marcó, en mi modesta opinión, la diferencia.

 

 

 

 

 

 

 

Iñaki de Mujika