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¡Castaña que te crió!

Cuesta reponerse de los trajines. Quien más quien menos estuvo en Manchester, conoce a alguien que acudió o se lo han contado. Casi nadie se ha referido al partido y ha optado por celebrar el ambiente, la fidelidad a los colores, la kalejira multitudinaria, las pintas, los kilómetros, el cansancio-agotamiento y los recuerdos que cada cual plasma o guarda a su manera. Es una forma de valorar lo que este equipo consiguió, convencido de que podía hacerlo. Gracias a la eliminatoria con el Olympique de Lyon podemos hablar de la mejor competición europea y enfrentarnos a equipos grandes.

Es como las buenas comidas que comienzan con unos percebes. Les siguen un foie con tostadas y más tarde angulas, langosta termidor o un chuletón Villagodio. Todo bien regado con un champán de la France o unos caldos riojanos o ribereños. El que quiere elige postre, café, copetín o copazo. Eso es disfrutar. Pero llega la crisis y toca vivir otras realidades. La llegada del Almería a Anoeta se presentaba como una oportunidad de recuperar sensaciones, ganar el partido y sumar tres puntos en una semana plagada de compromiso.

Lo que pasa es que este encuentro comparado con el ringorrango del Old Trafford era de diferente menú. A las siete de la tarde, y en día de viento sur, sobre el mantel apareció una sopera con sopicaldo de pastilla, unos tristes huevos duros en salsa y una pechuguita de pollo a la plancha. Las peras de El Rincón de Soto, maduritas, servían de remate dulzón. Café de puchero, agua del grifo y un criancita para los que están acostumbrados al morapio.

En los dos casos se trata de un partido de fútbol con su valor. En los dos casos se trata de una comida con su valor, pero no hace falta ser Einstein para entender que existen notables diferencias entre ambos. La primera y muy importante se refiere a las fidelidades, al amor a los colores. La Real es millonaria en partisanos. Lo demuestran a cada paso. Le han seguido tanto en los momentos estelares como en los que, por intuición y necesidad, entendían que hacía falta apoyo. Sin ir más lejos, en la primera parte de ayer cuando deambulábamos.

Este verano pasé unos días en tierras almerienses junto al cabo de Gata. Verano y pretemporada. Terracitas, picoteo, calor, días de cuarenta grados, piscina y chapuzones. Basta leer un periódico, escuchar a la gente en la calle o dejarte llevar por los paseos y plazas para captar la enorme diferencia existente en fervor popular. Se hablaba más de Neymar y Bale que de Corona y Soriano. Ganamos en esto por goleada, pero estas son cosas instaladas alrededor del terreno de juego. Es sobre el césped en donde se encuentra la candela que ilumina el buen camino.

En atardecer de viento sur volvió el equipo a Anoeta después de un montón de tiempo sin jugar en casa. Necesidad de encontrar el acomodo y la normalidad. Los dos entrenadores decidieron por unas u otras razones mover fichas y decidir alineaciones inesperadas. Zurutuza, Vela y Seferovic iniciaron el partido en el banquillo a la espera de lo que pudiera suceder. Y ocurrió que el equipo salió medianamente inspirado, tratando de marcar pronto y poner en franquía el marcador. El minuto trece, que llaman de la mala suerte, fue espléndido para el proyecto realista de ayer. Saque de banda, prolongación y remate de cabeza en el palo largo.

Supongo que el técnico visitante, a la vista de la jugada, si hubiera dispuesto de un cañón en su bancada, dispara. Gol de chichinabo que valía su peso en oro. Sin embargo, la Real se atolondró y no me preguntes el porqué. Sucede que funciona el subconsciente, que vienes de un esfuerzo y vas a por otro en el horizonte inmediato. A veces desde fuera leemos un partido, y dentro del terreno, otro. Los futbolistas juegan muchas veces con el riesgo calculado y los de Arrasate debieron pensar que los andaluces no le metían un gol al arco iris.

El técnico, ya en vestuarios, supongo que les avisó de los riesgos y apeló de nuevo a la actitud, al juego del inicio y a la búsqueda cuánto antes del segundo gol tranquilizador. Llegaron dos a falta de uno. Ambos hermosos y procedentes de la banda izquierda. Un centro medido de José Ángel lo cruzó de cabeza el propio Griezmann y poco después el lateral asturiano se encargaba de fintar y rematar con maestría. Tres a cero y el partido al invernadero.

Quedaba mucho en el reloj y poco sobre la arena. No había ni toro ni torero. Los músicos andaban con los brazos caídos y al paseíllo le faltaban color y donosura. Tedio. Sólo quedaba saber si Agirretxe marcaba o los incorporados al final hacían alguna cosita con la que almibarar la tarde. Ni lo uno ni lo otro pese a las intentonas,

Tres puntos al talego que ayudan a recuperarse de los trajines como decía al principio. Hoy por hoy el objetivo es consolidarse en la clasificación, mover con arte las piezas y tratar de recuperar el buen juego que sigue siendo un objetivo irrenunciable. Hay seguidores que lo entienden así y otros más críticos y exigentes que le piden al equipo garra y actitud más positiva y guerrera. Son las tendencias.

Lo mismo sucede con quienes se animan a destacar las cosas positivas, o los que prefieren poner a caldo a quien no brilla. La cuestión es discutir sobre lo divino y lo humano y quejarse. Y, si tengo que ser sincero, los únicos que tienen motivos suficientes para ello son los castañeros que con tanto viento sur y tanto termómetro perturbado no venden un cucurucho. Les ha salido dura competencia, porque hay encuentros como el de anoche que son una castaña.

 

 

Iñaki de Mujika