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Antoine, vida mía (II)

En octubre de 2012 decidí escribir un comentario con este mismo título después de aquellos sucesos que conoces perfectamente y que no voy a recordar porque quedan atrás y ya has pagado por ellos. Dijeron barbaridades de vosotros e incluso algún entrenador de prestigio del país que amas os llamó “salauds”, que es mucho llamar.

En aquel texto al que me refiero te decía que “Me caes bien porque valoro tu frescura (en el buen sentido), tu alegría, tu imaginación. Quería escribir estas líneas para decirte que muchas personas que te estiman, aprecian y quieren se han llevado un disgusto. Que no es bueno que cojas la fama que no te corresponde. No desaproveches la oportunidad de ser feliz tú y todo el enorme entorno que te admira y aplaude tantas veces. Como sucedió anoche cuando te sustituyeron”.

No ha pasado tanto tiempo y fíjate cómo ha cambiado la vida. Para bien. Para muy bien. Has crecido una barbaridad como futbolista. Tus goles, tus pases, la frescura a la que antes me refería, te han convertido en un jugador diferente, de esos que ni abundan, ni es fácil encontrar o descubrir. Esa es parte de tu grandeza. Te has dado cuenta a tiempo de lo que significa elegir un camino u otro. Hoy navegas sobre la cresta de la ola. Nadie te ha regalado nada y son tus méritos los que te sitúan entre los principales goleadores del campeonato.

Para ello has sentido cerca el apoyo de tus incondicionales (familia, amigos, compañeros, técnicos, afición y club). Mucha fortaleza como para desperdiciarla. Ese cambio te ha devuelto a las portadas de la prensa francesa y ha inscrito tu nombre en la lista de futbolistas elegidos para un amistoso que pasado mañana miércoles vivirás con emoción. La misma que sentiste cuando marcaste el gol de Lyon que tanto significaba. Tus ojos no ocultaron lo que sentían como otras veces precedentes. Supongo que si debutas percibirás muchas sensaciones y recordarás a velocidad de vértigo pasajes de fidelidad, cariño, incomprensión o errores felizmente superados.

Me alegro por ti y por tus compañeros, porque sólo la suma de valores en la misma dirección os permite ser cada día más grandes. Hace unos días escuchaba a Jorge Valdano. Le preguntaban sobre la idoneidad, o no, de la decisión adoptada por Sergio Canales de incorporarse a la Real, porque entendían que era algo así como un paso atrás. La respuesta fue contundente. Se refirió a Carlos Vela. Nadie discute ni el valor, ni la capacidad del mexicano. Para mostrar ese estado de eficacia y satisfacción personal en el rendimiento, decía el técnico argentino, ha debido pasar por ocho clubs hasta recalar, precisamente, en la Real y encontrar el lugar exacto para explotar como futbolista.

Ese, más allá del resultado de cada domingo o lunes, es el valor de la entidad que ha consolidado todos los cimientos en muy poco tiempo. La Real es un club referente, un modelo para muchos y un lugar extraordinario para progresar. Una oportunidad de competir al mejor nivel, aunque a veces lo disimule como ayer. Por eso, sabiendo que el equipo ha hecho una temporada para enmarcar debe ponerle la guinda al pastel y salir en cada partido como si le fuera la vida en ello. No queda tiempo para especulaciones. Menos en Sevilla, donde anoche medíamos fuerzas contra un equipo que muestra la cara de su técnico en aquellas facetas que más se notan. Contra eso la Real debía luchar ayer con sus buenas armas e imponerse. Ahora, que ya no jugamos entre semana disponemos de más tiempo para preparar los encuentros y perfeccionar detalles y matices con los que sorprender y no ser sorprendidos. Esa es la teoría porque la práctica enseña cosas diferentes.

He escrito muchas veces que los partidos que se denominan tácticos me dan pavor por que se mezclan el miedo a perder y la contención. Los entrenadores se obsesionan con no verse sorprendidos por las maniobras del contrario. Atascan el centro del campo y cierran los espacios hasta que la mente del oponente y sus condiciones físicas terminan por claudicar.

No esperaba nada diferente a lo que sucedió en el Pizjuán. Dejar correr los minutos hasta que pasara “algo” en alguna de las porterías. Escarceos, devaneos, contactos y jugadas aisladas, pocas, que resolvieron los metas. La Real dispuso de alguna y el Sevilla, también. Gustará más o menos, acertará poco o mucho, pero Emery mueve siempre sus piezas con inteligencia.

Con un  partido europeo a sus espaldas, guardó al francés Gameiro para cuando el encuentro empezase a deshilacharse. Lo sacó por la derecha pero mató por la izquierda en una cadena de errores realistas que aprovechó el futbolista más abrazado de la contienda. Quedaba un cuarto de hora, pero las constantes vitales no anunciaban remontada. Un equipo fuerte y poderoso no te da opciones cuando sabe lo que cuesta marcar un gol. Oficio.

No lucimos anoche. Lo reconocía Griezmann ante los micrófonos después del encuentro. Aseguró que no habían jugado bien, que tocaba reaccionar en los próximas citas (dos seguidas en casa) y no quiso valorar el hecho de su debut en la selección francesa, porque al acabar con derrota la cita de Sevilla no hay tiempo ni para las euforias ni para hablar de pájaros y flores. Lo intentó sin fortuna.

“Jusqu’à la prochaine”

Iñaki de Mujika