El Beaterio de Iñaki de Mujika

Las viejas lágrimas de Boabdil

Real Sociedad 1-1 Granada CF
Jornada 36 Liga – 05/05/2014

La última jornada sorprendió a muchos. Los resultados no cuadraban con lo esperado y las cábalas sobre quién va a ganar la Liga, en qué orden se viajará a Europa y quiénes perderán la categoría en un par de semanas se han ampliado notablemente. Salvo el Betis, el Athletic y unos pocos de la zona ancha, nadie está descartado para una u otra cosa. El Granada que andaba muy relajado por las tierras de Boabdil veía acercarse el fuego a sus posaderas y acudió a la cita de Anoeta con la sana intención de arañar lo que se pudiera o dar un zarpazo si los de casa no se mostraban contundentes.

Lucas Alcaraz y los suyos no quieren disputar finales dramáticas, porque en ellas puede suceder cualquier cosa. Recibir al Almería en casa y terminar en Valladolid conlleva cuando menos alerta y un puntito de ansiedad porque los contrarios se juegan la vida. Ese era el panorama antes de empezar, del mismo modo que los realistas sabían de sobra que ganando aseguraban la sexta plaza, alcanzaban a puntos la quinta y se presentaban en el derbi con ganas de disputar un encuentro, más allá de la tradicional rivalidad, un poquito veraniego y un tanto descafeinado.

Esta vez las diez de la noche beneficiaban, porque después de un día caluroso, de viento sur, de esos en los que no te apetece nada acelerar, se agradecía correr a la luz de la luna, sobre todo para meterle intensidad al juego y no caer en la rutina del pase con olor a siesta que hubiera supuesto jugar a las cinco, la hora por cierto en la que los mandamases de turno han decidido que se juegue el partido de San Mamés. Pelearemos por la quinta plaza dos horas antes que el directo rival. ¿Piensas que es lo mismo un Getafe-Sevilla ganando la Real o no haciéndolo? ¡Cuánto arte acumulado, Dios mío!

Arrasate dio pistas en la convocatoria de lo que pretendía. Pocos defensas y mucha gente de la medular hacia delante. ¡Al ataque!, con permiso de la competencia. Con Rubén Pardo y Seferovic como novedades en el once inicial, dos laterales largos y el trajín habitual de los extremos. Sirvió al principio porque el inicio fue prometedor y lo hubiera sido más si las ocasiones claras se hubieran transformado evitando siempre que el empate sin goles del descanso nos llevara a un mar de dudas.

Hablaba antes de Boabdil, el último rey de la Alhambra que arrebató el trono a su padre para terminar perdiéndolo todo. En su exilio camino de las Alpujarras cuenta la leyenda, porque no hay un solo documento que lo certifique, que desde lo alto de una colina, giró la cabeza, vio Granada a lo lejos y sus ojos se llenaron de lágrimas. Su madre, Aixa, que ayudó mucho al derrocamiento de su esposo, aseguran que acuñó una frase para la historia: “Llora como una mujer lo que no supiste defender como hombre”.

Esa historia y otras las noveló Antonio Gala en El manuscrito carmesí. En esta obra se habla del último sultán y todos sus alrededores, incluido el amor de Moraima y otras muchas cosas que hacen de esta entrega una pasión para los que les gusta y un ladrillo indigesto a quienes la prosa allí escrita no cautiva. De hecho, le recomendé el libro a un famoso portero al que le gustaba mucho leer y me aseguró con el tiempo que se le había hecho pesado y que lo dejó por la mitad. En cuestión de gustos y de estilos, incluso de valoraciones, ver venir.

Es lo mismo que los partidos de fútbol y las interpretaciones. Hay quienes creemos que un encuentro está bien, entretenido y vistoso. Salimos satisfechos del campo, influidos también por el marcador final que marca tendencia. Otros estiman, ante el mismo espectáculo, que ha sido un insufrible tostonazo que se salva cuando el resultado ayuda. No hace muchos días, creo que fue Claudio Bravo, quien aseguraba que llega un momento en el que lo único que cuenta son los puntos. Son los que deciden, dan y quitan. Y también los que hacen llorar de alegría o de pena.

Es lo que sucedió en el tiempo de prolongación. Los locales habían cobrado ventaja en una jugada de mérito con De la Bella centrando y Vela rematando. Para entonces cada equipo había perdido un futbolista por expulsión confirmando el camino hacia el desastre que el encuentro proponía a los poco más de 13.000 espectadores que se apuntaron a un programa de terror. Como no era suficiente tanto despropósito, en el tiempo añadido llegó el gol visitante en claro fuera de juego, que el linier no advirtió porque a esa hora estábamos dormidos casi todos. Las lágrimas del sultán y las nuestras no son parecidas, pero las ganas de perderme por las Alpujarras? ¡Qué se acabe, por favor!

Iñaki de Mujika