Esta semana de pasión que el calendario nos brindó en los últimos días de agosto concluía con la visita de Ancelotti y los suyos al estadio de Anoeta, en donde esperaba una afición cariacontencida después de dos mazazos en toda regla: el de Eibar y el de Krasnodar. El primero puede tener arreglo porque queda todo un campeonato. El segundo, no. A la calle.
A partir de ahí, lamentaciones, alguna justificación, incertidumbres e incógnitas, sazonadas con la lesión de Rulli. El pobre chico es baja para unas cuantas semanas que dejan a Zubikarai solo ante el peligro con la escolta del muy joven Bardají y la necesidad de que no pase nada, porque si hay algún puesto en los equipos que necesita calma es la portería. Quizás por ahí es por donde se pueden entender las palabras del entrenador. “No vamos a fichar a ningún portero”. (Ayer circularon intensos rumores sobre la contratación del bético Adán).
Rece usted lo que sepa. Ello no significa falta de confianza, sino riesgo. Hablaba hace pocos días con un entrenador al que valoro y le decía que no me hubiera atrevido a tomar decisiones como las que él adopta, dando oportunidad a jóvenes talentos sin que el equipo se resienta, porque son los veteranos quienes tiran del carro como si nada sucediera. Sembrar para el futuro y recoger en el camino. Ello, sin duda, se relaciona con el mayor o menor grado de conservadurismo personal a la hora de optar por aquello en lo que se cree aunque cueste.
Las decisiones son permanentes en el deporte y en el fútbol. El sanedrín de la Real se reunió después de Rusia para mostrar confianza plena al entrenador y analizar en profundidad las razones por las que el equipo no está. Desde fuera parecen claras algunas de ellas. En una temporada se marchan Illarramendi, Bravo y Griezmann. Nos reforzamos con Granero que se lesiona y tarda casi un año en reaparecer. Finbogasson llega para ayudar y se nos tuerce. Lo mismo que Vela, cuya fascitis apareció en el peor momento. Así, en frío, parecemos menos, pese a la inestimable aportación de Canales.
Los imprevistos desarrollan su papel y marcan paso. En medio de ese desbarajuste llegan los partidos oficiales. Cascas y aparecen los remolinos. Todo gira en torno al eje con más o menos marea y las preguntas desde el pesimismo y las críticas desde la pasión. Preocupación, atolondramiento, sentido del deber no cumplido, culpabilidad? Aparecen las constantes de siempre en situaciones ni esperadas ni deseadas. Se nota la presión. El delantero mexicano no es muy amigo de hablar con la prensa, ni de escribir en las redes sociales.
Para que veas a qué punto llega la necesidad de ofrecer respuestas para salir del pozo, comparto contigo la pequeña frase de la cuenta de Twitter que Vela publicó tras la caída de Krasnodar: “Lo que no destruye, fortalece y este equipo hoy está más unido que nunca”. A la que pudiéramos añadir otra de Voltaire: “La tristeza es una enfermedad que cada paciente debe tratarse a sí mismo”.
El viaje de vuelta y los pocos entrenamientos antes de la visita del Real Madrid seguro que buscaron por ese camino la mejor y necesaria respuesta. Como la historia se repite muchas veces, sabemos de sobra que el equipo trata de reaccionar tras los fiascos. La oportunidad anoche era estupenda porque venía “un grande”, sumido también en un mar de incertidumbres aunque con una plantilla plagada de jugadorazos, aunque no es menos cierto que sin Xabi Alonso, Cristiano Ronaldo y Di María, en principio, son menos peligrosos. Decir esto, cuando a los diez minutos “los otros” te han enchufado dos tantos y te dejan tirado en el abismo, puede sonar raro.
Tan raro como el posterior devenir de los acontecimientos. ¿Quién es el guapo de los seguidores realistas que, viendo el panorama, creyó en la remontada?. Con la mano en el corazón, no era fácil imaginar semejante revolcón. ¿Fue el Madrid quien bajó la guardia o fue la Real quien sacó fuerzas mentales y soñó con lo imposible? No soy capaz de ofrecer respuesta.
La realidad palpable era esa. Iñigo Martínez hacía buena la acción a balón parado y desde ese momento se acortaron las distancias en el marcador y en el juego. Volvieron las decisiones. Zurutuza las tomó por dos veces, viniendo de atrás y entrando a matar. Del 0-2 al 3-2 y un panorama muy diferente. El criticado entrenador decidió dos cambios al alimón y acertó. Canales le sirvió a Xabi Prieto un maravilloso pase de exterior que el capitán hizo bueno para el tercer tanto. Luego, el mexicano se ayudó con la mano para controlar el balón que terminó siendo el cuarto de la noche en medio del delirio.
Dos semanas de paz por delante para sentarse y analizar las cosas desde la tranquilidad que otorga la victoria ante el campeón de Europa. Lo necesitábamos.