El Beaterio de Iñaki de Mujika

¿Qué idioma hablaremos mañana?

En cuanto acabó el clásico con la victoria del Madrid sobre el Barça a base de correr y mostrar pegada, comencé a pensar en este artículo, porque no veía claro el panorama. Y como el partido terminaba casi a la medianoche y no sobra luego demasiado tiempo, pergeñé las ideas en dos direcciones. Era claro que en función de la victoria y la derrota. Supongo que todos estábamos más o menos parecido, con el gran público deseando fervientemente el triunfo, ya que, como dijo el técnico en su comparecencia, lo que preocupa e importa es la Real.

No era fácil el partido para nadie. Los locales, colistas, sin ganar en casa, con técnico nuevo y con las ilusiones renovadas, convencidos de que salen de ahí. Los visitantes, con más dudas e incertidumbres, jugaban con la presión de la necesidad de los puntos por un lado y la obligación de salvar la cabeza de su técnico por otro, si era verdad todo lo que habían dicho en su defensa a lo largo de la semana. Es decir, a lo visto y con el famoso ultimátum flotando por encima de todos, o ganabas o?

Por eso, los días transcurridos desde la derrota ante el Getafe no hicieron nada bien al entorno del equipo. Comenzó el baile de posibles aspirantes al banquillo. Imaginación, filtración, inventiva, rumores, realismos, intermediarios, se juntaron todos hasta convertir la atmósfera irrespirable para un equipo que de por sí es blando y al que le cuesta mostrar fortalezas. Cuesta ser optimista en estas circunstancias. Tanta blandenguería desarma cualquier plan. Ganando en el minuto noventa y perder tres más tarde, es un síntoma evidente de inseguridad. Y esas cosas no se arreglan entre lunes y viernes.

Recordé el pasado reciente en situaciones similares. Cuando el fallecido Aragonés tenía el troller preparado, Iñigo Martínez marcó en Sevilla un gol desde 60 metros. Siete días después ante el Málaga, Ifrán y Vela dieron la vuelta al tanteo adverso en los minutos de prolongación, cuando? las siete vidas del gato le valieron a Montanier la continuidad en el banquillo. Por eso, Arrasate necesitaba que alguien apareciera con un salvoconducto que saneara la situación y le concediera oxígeno. Valía hasta el pequeño Nicolás.

Quizás porque a Iñigo Martínez le gustó el papel de salvar entrenadores volvió a marcar, adelantando a su equipo y, en teoría, propiciando la tranquilidad necesaria para jugar mejor. Lo esperábamos, pero en todo el primer tiempo no fueron capaces de hilvanar una buena jugada o de llevar peligro a la meta de Juan Carlos, aunque (hay que decirlo todo) el concepto defensivo mejoró. Repliegues organizados y pocos errores que facilitaron el trabajo de Eñaut.

Esperaba al Córdoba más ansioso y entregado a la causa de ganar el encuentro. Los signos ofensivos que mostró en la primera mitad fueron realmente pocos. Tampoco en la segunda fueron mucho mayores, pero es que la Real jugó tan mal y fue tan poca cosa que en una de esas acciones, muy al final, se encontró con una jugada de verbena, que los andaluces aprovecharon para nivelar y poner las cosas patas arriba.

Y es entonces cuando surge la pregunta de marras: ¿ Qué hacemos? Pueden pasar dos cosas. Que todo siga como hasta ahora, que confíen en el técnico y en el equipo a la espera de mejores tiempos, o que digan que hasta aquí hemos llegado y que decidan sustituir a Arrasate.

Se abrirá entonces el melón. Todo es posible. ¿Qué idioma tendremos que hablar mañana? Puede que el banquillo siga usando el euskera. Puede que maneje castellano con acento de distintas geografías o que sea necesaria una lengua con traductor. No descarto nada, porque lo que pueda estar pasando por la cabeza de los rectores del club se me escapa, aunque lo intuyo.

Iñaki de Mujika