El Beaterio de Iñaki de Mujika

Cita a ciegas

Conozco a un cincuentón que se despertó un día con la esperanza de que la jornada fuera extraordinaria. Había quedado con una señora a la que no conocía después de bastantes semanas de chateo en las redes sociales. A los dos la soledad les perseguía y no era buena compañera de viaje. Cuando estuvieron convencidos de que había llegado el momento de encontrarse pusieron en marcha el entramado y quedaron en la terraza de una cafetería a la hora convenida, las seis de la tarde.

Andrés sufrió un accidente poco antes de cumplir los treinta. Las únicas secuelas aparecían en el lado izquierdo de su rostro. Notables cicatrices que impresionaban la primera vez que le mirabas de frente a la cara. Era, sin embargo, encantador, buen comunicador y increíblemente detallista. Para esta cita enamorada decidió ponerse una chaqueta oscura, cruzada con botones plateados. Ella convino que luciría en la solapa una flor roja.

Llegó primero la dama, pero sin flor. Suele funcionar el por si acaso. Los nervios afloraban y sus manos medio temblaban cuando daba vueltas a la cucharilla del café cortado. Levantaba los ojos y miraba a todas partes. Por fin, doblando la esquina apareció el caballero. Le miró a la cara y tembló de miedo. De inmediato, abrió el bolso, sacó el móvil y llamó a un número imaginario. Comenzó a hablar con nadie y en voz alta. Lo suficiente para que le oyera el señor que se había sentado en el velador de al lado.

Envió mensajes disuasorios que evitaban cualquier sospecha de que la señora que esperaba estuviera tan cerca. Pasado poco tiempo, se levantó y se fue. No se atrevió a mirarle de nuevo, mientras los ojos del presunto amante buscaban por todas partes la flor roja que nunca apareció en aquella cita a ciegas.

Pasa lo mismo con la Copa. Te citas en un campo de fútbol para jugar una eliminatoria. Eliges un traje con el que crees que puedes cautivar. A veces te sale bien la conquista y otras? Las dos últimas décadas (salvo el pasado año con Arrasate) fueron un fiasco tras otro. Y supongo que cuando la legión realista conoció la lista de elegidos por D.M. para el encuentro del Tartiere a más de uno le entró un sarpullido o un frío gélido le recorrió el cuerpo. ¡Matarile!

El Oviedo decidió dar descanso a muchos de sus habituales titulares. Dani Bautista, el goleador Linares, Susaeta? vieron el partido desde la grada y el técnico escocés eligió un once mezcla de tablas y probaturas que, como tantas otras veces, suponía riesgo. Quizás, no perder y acabar el partido sin gol en contra remitió la influencia de lo que suponía afrontar la cita sin las mejores flores rojas.

El encuentro resultó tedioso. El Oviedo supo a qué jugar. Juntitos y disciplinados, presionando bastante arriba y cerrando muy bien las bandas, sin que la Real encontrara el modo de jugar bien, imponerse y crear peligro en la meta de Esteban, que casi fue un espectador más en el animoso Tartiere.

Como el trencilla tampoco estuvo fino (creo que se comió tres penaltis), sólo quedaba fijarse en Pablo Hervías y valorar partido y actitud. Jugó como sabe y trató de romper entre líneas la disposición táctica de los astures. Rápido, desbordando y tratando de aprovechar su oportunidad. Lo mismo que Alain Oyarzun y Alex Callens, que debutaban en la misma ciudad y torneo. También lo hicieron allí Xabi Prieto, Garrido y Zubiaurre con Denoueix en el banquillo.

Salieron trastabillados del envite Gorka Elustondo y Joseba Zaldua, dos lesionados que le complican más las cosas al entrenador y le obligarán a adaptarse a nuevas realidades. La cita de Oviedo, medio a ciegas porque no conoce todos los percales, concede una segunda oportunidad dentro de unos días. Habrá que coger el palo y darle fuerte a la piñata.

Iñaki de Mujika