El Beaterio de Iñaki de Mujika

¡Estupendo mazacote de tres puntos!

Guardo lo que escribo y, por ahora, la memoria no me abandona. Hace cinco años, el 23 de enero de 2010, la Real jugaba en casa contra el Elche. Esa semana no fue fácil. Claudio Bravo se descolgaba con unas declaraciones que sorprendieron mucho entonces y que decían así: “A veces me siento cuestionado. En algún sentido, no me siento respaldado. El que está jugando soy yo y siempre están poniendo por qué no juega otro”.

Llegó el domingo y en aquel encuentro ante los ilicitanos se cascó una antxoa de campeonato, porque su cabeza estaba en otro sitio y los desencuentros con la concentración se pagan. Otrora había escuchado cantos de sirena y se había dejado querer (y mucho) por el Valencia, que finalmente se decantó por otro guardameta. En cuestiones de amor y desamor por los colores, por favor, que nadie trate de explicarnos nada, que tenemos el culo pelado de postureos.

La historia del pasado verano la conocéis todos y no la voy a repetir. El meta chileno ha sido muy importante en la historia reciente del equipo, porque su rendimiento en el césped, que es lo que importa, fue notable y ayudó mucho a conseguir los objetivos. Por eso, le aplaudieron ayer. De puertas para dentro, en la cocina del vestuario, probablemente los platos se servían de diferente modo y los postres no llevaban tanto azúcar.

Como el chico jugó el Mundial con su país y decidió cambiar el Boulevard por Las Ramblas, aquí paz y luego gloria, pero de ahí a decir que el club hizo poco por mantenerle en sus filas, hay un enorme tramo, que me parece abismo, y que deteriora su imagen de tío serio y amueblado. Y como nadie ha salido a contestarle, no voy a ser yo quien opine, pero tela?

Los futbolistas, no sé si por su culpa o por la de sus representantes o asesores de imagen y prensa, acaban fatal en los clubes que llaman de su vida. Las despedidas, cuando las hay, son un tratado de incongruencias, por el simple hecho de afrontar la realidad tal y como es. Te vas y te vas. Punto. “Gracias por todo, he sido muy feliz, me he sentido querido, pero encuentro una oportunidad que creo buena para mí, en la que me van a pagar un pastizal y además voy a competir en un nivel superior. Quiero probar y espero que me entendáis. Os deseo toda la fortuna que merecéis”.

El día en que un jugador se despida de una entidad diciendo esto, me levanto y aplaudo, porque es ley de vida. Pero, no. Aquí nos vamos bajando los escalones de dos en dos, sin terminar de cerrar la maleta, dejando a la carrera calcetines y gayumbos esparcidos, aparcados los teóricos sentimientos y soñando con un chalet de dos piscinas, cuatro cuartos de baño y una fámula que cuide de los niños si los tienen.

Por estas cosas, y por otras, me apetecía el partido de anoche. Quería comprobar las reacciones. Del público, que es santo, y del equipo que necesitaba, y necesita, sumar puntos como el comer. No fue bueno, o sí, que el Valencia derrotara al Madrid porque le otorgaba al Barça la oportunidad de recortar distancia con su directo rival. La alineación de salida que diseñó Luis Enrique conllevaba opciones para la conquista txuri-urdin, al tiempo que el banquillo impresionaba por el valor de sus componentes.

Esa decisión se agravó con el gol de Jordi Alba en propia meta, cuando aún no habían calentado la almohadilla del asiento. La cara del técnico visitante mostró decepción, al tiempo que la de Moyes esbozó el punto de alegría necesario para poner las cosas donde más le gustan, es decir, cerca del área propia, defendiendo sin rechistar y apretando hasta donde aguanten las fuerzas. Y si en el camino somos capaces de hilvanar un contraataque que sentencie, mejor. Lo que pasa es que hay algún que otro chupón que lo impide por no dar el balón en su momento.

El Barça fue poca cosa en el primer tiempo y algo más en el segundo con la entrada de los mediáticos, pero apareció Rulli y detuvo dos balones que salvaron el partido y conceden tres puntos más que valiosos a un equipo que los necesitaba para evitar complicaciones y liberar la cabeza. Con el derroche de facultades de anoche, ¿alguien cree a esta hora que el problema del equipo era físico y no mental? El partido no fue bueno. Una mezcla de polvorón, turrón y roscón. Un mazacote, sí, pero qué rico.

Iñaki de Mujika