El Beaterio de Iñaki de Mujika

¡Las tres Marías!

La Real Sociedad, la Roma (por poco tiempo) y la Lazio son los únicos clubes de nivel de las cinco principales ligas europeas que juegan en estadios con pistas de atletismo. Las tres Marías del continente compiten en desventaja con sus rivales. Estos disponen de campos de fútbol, ad hoc, nuevos, remodelados o construidos para la práctica de este deporte. Los tres clubes pugnan por ser como los demás y se esfuerzan por adaptar sus instalaciones a la realidad que ansían.

Desde el principio fui contrario a Anoeta, porque ni el club ni el atletismo necesitaban aquel proyecto, pero los que decidían se empeñaron en sacarlo adelante. O esto, o nada. Como entonces la Real no tenía recursos y Atotxa se nos caía, no quedó otra que tragar, del mismo modo que en 1982 cuando nos quedamos sin Mundial. Era tal el empeño en convencernos que llegaron a apostarnos que en aquellas pistas se batiría un récord del mundo antes de diez años. Lo que no sabemos es de qué. La evidencia y el tiempo se encargan siempre de desmontar quimeras.

Creo haberos contado alguna vez que un día de partido, charlaba con Toshack cerca del banquillo visitante. El galés miraba al horizonte y me decía: “Iñaki, estamos en el elefante blanco que nadie quiere”. Clara referencia a la decepción que suponía entonces, y ahora, disputar partidos en ese recinto que lo mismo alberga un partido de rugby, un concierto de U2 o un bautismo colectivo.

El club era reacio a su construcción. Directivos del equipo de Iñaki Alkiza trataron hasta último momento de encontrar una solución distinta. Vieron terrenos en la zona de hospitales, una superficie en donde construir lo que el fútbol anhelaba. No fue posible, por tiempo y porque no había pesetas. Era impensable entonces creer que al fútbol le iba a llegar la catarata de millones que recibió estos años. Si lo llegan a intuir, hoy no estamos en Anoeta ni hablamos de remodelación.

No controlo nada de derecho administrativo, pero la decisión de echar por tierra los pliegos del concurso para la remodelación y la explotación del estadio no crea más que desazón y retrasos en el proyecto que tanto añora la feligresía txuri-urdin, harta de sentirse alejada de su equipo y acatarrada por tanto vendaval y corrientes que se generan por encima del tartán.

Pasan los años, pasan los consejos, se enseñan los nuevos planos, se explican las obras, la financiación y se despiertan ilusiones entre los aficionados. Pero se apagan una vez tras otra como si un martillo pilón golpeara sobre todos.

Con el disgusto y la desazón por compañía, toca hablar del partido de los Juegos del Mediterráneo, una instalación por cierto remodelada para uso y servicio de un club que siente cerca el cariño de los suyos y que colocó gradas sobre las pistas de atletismo sin encomendarse a nadie. Desde ellas y por dos veces, los aficionados locales vieron adelantarse a su equipo porque en la defensa visitante tres, cuatro o cinco Marías se despistaron en sendas jugadas. Una, al poco de empezar. La otra, tras nivelar en una falta que Granero puso bien y Agirretxe remató implacable por encima de los altos centrales. Cuando quizás mejor jugaba el equipo, Hemed concluyó para bien una escapada con cabriola de Thievy.

Se supone que en el descanso pasó algo en el vestuario guipuzcoano. Los realistas reaccionaron y empataron pronto. Canales puso la guinda a un pase formidable y devolvió las tablas al marcador. Fueron definitivas, porque ninguno de los dos equipos impuso luego su ley y, pese a que los de Moyes jugaron a más ritmo, o eso pareció, no crearon peligro suficiente en la meta de Julián y desaprovecharon una nueva oportunidad de ganar un partido que estaba al alcance y que no ganarlo constituye una oportunidad perdida.

Camino lento. Punto a punto y las mismas sensaciones de los partidos anteriores. Zurutuza se vuelve a lesionar; el tobillo de Canales, tocado; Yuri, sancionado por acumulación. Estamos apurados y necesitados. No terminamos de salir del atolladero y cuesta mucho ser optimista, porque faltan contundencia, confianza y poder de decisión.

Iñaki de Mujika