El Beaterio de Iñaki de Mujika

¡Ni un solo pero que poner, salvo el del árbitro!

El derbi de ayer fue además histórico, porque fue la primera vez que se disputaba en martes y a las diez de la noche y porque además fue el de menos presencia txuri-urdin en las gradas de San Mamés. Ellos mismos. No me refiero obviamente a los seguidores que acumulan méritos terribles sino a quienes deciden apartar de los campos a quienes sostienen buena parte del espectáculo.

Mala suerte es que, cuando se sorteó el calendario, coincidiera entre semana la jornada que enfrentaba a Athletic y Real, pero otra muy distinta es que se penalice un clásico con un horario impropio de gente civilizada. Como además los realistas jugaron el sábado contra el Villarreal y disputarán el viernes el encuentro frente al Levante, nos encontramos con tres citas en seis días que no se las salta un torero ni las aguanta el más ferviente partisano.

Como parece que les da igual a todos, salvo a los sufridos espectadores, miramos todos hacia otra parte, hacemos la ola y nos quejamos de que a esta hora no haya un acuerdo sobre el paquete de derechos televisivos y tampoco un acuerdo entre las partes afectadas que son muchas y no están por la labor de tragar.

Por eso, el partido de ayer a orillas del Nervión vendió menos que una tienda de abrigos en Melilla. Mientras Valverde esperaba una Real competitiva y animada por la posibilidad de sumar un triunfo ante su eterno rival, Moyes hablaba de ilusión y optimismo. Los locales aspiran a la séptima plaza porque se plantearon ese reto hace semanas y creyeron en la posibilidad de alcanzar al Málaga cuando les llevaba una notable diferencia de puntos. En eso siguen y es posible que lo consigan.

La confianza en las propias fuerzas es una de las virtudes tradicionales del club rojiblanco. Definida una línea de conducta, que gustará más o menos, son fieles a unos principios indiscutibles. Apuestan por lo que crece de puertas adentro y fichan aquello que está a su alcance. Les tiembla poco la mano a la hora de ofrecer oportunidades a jugadores de la cantera (Williams) o de contratar a quienes pueden hacer mejor su plantilla tengan la edad que tengan y procedan de donde procedan (Beñat, Rico, Viguera?).

Luego, sobre la cancha, ganarán o perderán, pero son competitivos cada partido y ponen el corazón en todos los envites. Lo mismo que el Barça que a la media hora le había metido cuatro al Getafe y siguió presionando y corriendo como si no hubieran marcado ninguno. Gloria bendita.

Si el papel del Athletic estaba claro desde el principio, las dudas se cernían sobre qué fuera capaz de hacer la Real. Para empezar debo decir que la alineación elegida por Moyes me gustó, equilibrada y “muy de casa”, preparada para la batalla del centro del campo en donde Valverde también apostó por un cuerpo de guardia de peso, habituado al mono de trabajo. Por tanto, en principio pocos riesgos en ambas formaciones y dejar pasar los minutos a la espera de acontecimientos. Salvo el cambio de portero (Rulli por Bravo) el resto pertenecía al recuerdo del buen juego que todos protagonizaron el año del cuarto puesto.

En ese paisaje los guipuzcoanos lucieron mucho más y mejor que en la mayor parte de encuentros del campeonato. Casi todos en su sitio, convencidos del planteamiento táctico y forzando despliegues en cuanto se podía. Con eso neutralizaron al conjunto rojiblanco que, salvo un remate de Aduriz con paradón de Rulli, apenas inquietó el portal visitante. Los partidos durante 90 minutos y en el segundo tiempo se esperaba otra historia, con más peligro y más cansancio.

Y con árbitro, claro. ¡Cómo no! Me pareció falta clara de Aduriz sobre Rulli. Munuera la debió pitar y no habría pasado nada más. Defiendo siempre que sean los equipos los que decidan los partidos y que se imponga el mejor con todos los argumentos. La Real debió cambiar su plan. Jugar con diez e intentar la igualada. Lo consiguió porque Rubén Pardo dibujó un pase de maestro y Alberto de la Bella le puso la rúbrica.

Quedaba mucho para el final pero el equipo echó el resto. Vació todos los depósitos de su condición física, sin racaneos, y puso alma y corazón para ofrecernos la mejor versión de la temporada lejos de Anoeta. Acertó el entrenador y acertaron los jugadores. Ni un pero que poner al ejercicio sobre el campo, a la entrega y al corazón. El único y con creces se lo lleva el árbitro. Fatal en la jugada decisiva.

Iñaki de Mujika