Estaba de subidón, qué queréis que os diga, después de reencontrarme con el equipo que empató en San Mamés y que tanto añoraba. Como no me lo esperaba, la alegría fue mayor. No solo por el empate conseguido a base de esfuerzo, sino por las sensaciones: corre que te corre, lucha que te lucha, pelea que te pelea, y como tantas otras veces con los elementos en contra.
No voy a hablar del árbitro, pero cuantas más veces veo la jugada más falta me parece sobre Rulli del chico que salta y menos penalti de Mikel en la jugada posterior. Consulté con varios árbitros y todos coincidían en dos cosas. Pitas falta en ataque y todo se acaba ahí, y expulsión justa si decreta penalti. Lo pongo para animar el sarao.
Le envié un mensaje de agradecimiento a De la Bella por el acierto de conseguir un gol que significaba hacer feliz a buena parte del territorio. Como es educado, me contestó en muy buen plan. Al día siguiente intenté una entrevista con Carlos Martínez. Se despertó a tiempo y respondió a todo con sana alegría y cuando le pregunté si estaba cansado por haber jugado dos partidos en cuatro días, respondió que si debía jugar ayer, jugaba. Comprendí entonces que todo el mundo andaba por los cielos y que el vestuario necesitaba una actuación así para coger aire y llevar la nave hasta el amarre final.
Además Moyes echó por tierra cualquier debate sobre su continuidad, asegurando al modo de Felipito Tacatún “Yo sigo”. Llegó la conversión. Todos como en un viaje de novios en el que las parejas andan tontorronas, acarameladas y besuconas. Fíjate que, si el míster ante la actitud de los suyos en San Mamés con la alineación elegida, da con la tecla y nos lleva a los mundos de Yupi? Esto se desboca.
Llevaba semanas en plan Caravinagre como el cartel anunciador de los Sanfermines, pero la transmisión de vitalidad y el punto conseguido consiguieron un milagro. Tan arriba me vine que compré una de esas maquinitas que les echas por la bocana todo tipo de frutas, las tritura y obtienes un zumo maravilloso. La estrené ayer por la mañana. Arreé con todo lo que había en casa: peras, mandarinas, naranjas, piña, plátano y zanahorias. El recipiente se va llenando de un maravilloso líquido de colores. Lo viertes en un vaso grande y te lo bebes. No es como el empate del martes, pero casi.
Así que fui a por el Levante con más ímpetu y mejores bríos que en las citas precedentes. Moyes metió en su licuadora algunos cambios que había anunciado y optó por Finnbogason desde el principio para que se pegara con una defensa más nutrida que el metro en hora punta.
Como quiera que el islandés abrió la lata antes del cuarto de hora, aprovechando una jugada de Xabi Prieto y Yuri, las cosas se pusieron de cara ante un equipo que salió con tres centrales, un portero, dos laterales y un pivote de contención. Los de Alcaraz perdieron pronto el objetivo de defensa y se encontraron con dificultades para poner en aprietos a Rulli.
Os he dicho que estamos de subidón, porque el partido ofreció el debut de Eneko Capilla, el primer tanto de Markel Bergara en Anoeta y un gol de falta directa. Transformación fantástica de Carlos Vela cinco años después del último lanzamiento de Claudio Bravo ante el Nástic en Segunda. La suma de tantas buenas noticias jaleó a la grada que hizo la ola, cantó la marcha del mes de enero y se quemó las manos de aplaudir cuando el capitán abandonó el terreno de juego tras cumplir con muy buena nota su misión. ¡Qué estupenda es la gente y qué generosa con los suyos cuando se esfuerzan en ser eficaces!. Y qué contento el entrenador cuando la maquinita le funciona.
Cuarenta y tres puntos y a otra cosa mariposa. Nos espera el Barça en medio de una semana de exigencia europea contra el Bayern. Despediremos en Anoeta ante el Granada que cambie de entrenador y nos iremos todos a Vallecas para decir ¡hasta luego, Lucas!