El Beaterio de Iñaki de Mujika

Los duelos con pan son menos

No pierdo ni un minuto de mi tiempo en comparar a Cristiano Ronaldo con Leo Messi, porque hay pocas cosas en común entre ellos. A los madridistas les parecerá que el portugués es el no va más y a los culés que el pibe es divino. Si nos decidimos a establecer una escala de valores entre ambos, nos podemos perder analizando a cada uno en su especialidad.

Que si este corre más, que si aquel regatea mejor; que si uno es maravilloso con la cabeza y el otro con el gambeteo; que si uno se tatúa y el otro no; que si este quiere a los niños y dispone de una fundación, que si el otro se relaciona con organizaciones no gubernamentales, que si? hasta hartarnos.

En lo único en que suelo fijarme es en la relación con el fútbol, con el juego, con el balón y el trato que le dan. Un partido puede ser táctico, muy estudiado, de construcción ofensiva o defensiva. Lo que queráis, pero al final quienes deciden son los que disponen de capacidad para hacerlo. Y en eso, Messi, es un monumento. El miércoles asistimos a un partido lleno de riquezas, firme desde la convicción de la estrategia decidida por los dos entrenadores. Allí había un pulso, un empate sin goles que duraba tres cuartos de partido.

Hasta que apareció su excelencia reverendísima. El primero y el segundo fueron dos goles para enmarcar. El argentino usa el olfato como los lobos buscando un corderito. Y cuando le llega a la pituitaria el rastro de la pieza codiciada, se lanza hacia ella y le devora en un santiamén. Por si acaso faltaba algo, le lanzó un pase a Neymar (como el del primer gol de ayer) y entre todos cerraron un resultado extraordinario, esperanzador que lo celebraron por todo lo alto. Poco después, no tardaron en decir ¡Que pase el siguiente!

Los siguientes éramos los guiputxis. Ellos jugándose el campeonato y nosotros la honra, que no es poco. Luis Enrique mantuvo la columna y oxigenó donde creyó necesario, en tanto que Moyes reiteró su apuesta por el estilo y casi el mismo conjunto de San Mamés, en donde el equipo cambió el paso que llevaba. Ante el Barça la actitud y el plan no fueron suficientes. Pese a perder por dos goles, las sensaciones fueron parecidas a la de los últimos encuentros, aunque ante un cuadro como el catalán no sea suficiente.

Mantenerse de pie todo el primer tiempo ya de por sí era destacable. Las últimas visitas al Camp Nou se relacionaban más con el minuto en el que se encajaría el primer tanto que por las reales opciones de puntuar. Ese medio partido fue de cálculo por parte de los blaugrana y más que aseado por parte de los realistas. Se intuía que tras el descanso los catalanes iban a pisar el acelerador. Lo hicieron con tres saques de esquina en cuanto el árbitro pitó la arrancada. Luego, la prolongación involuntaria de Mikel González al balón envenenado de Messi habilitó a Neymar para llevar la tranquilidad a las gradas y al banquillo local.

La Real intentó quitarle el balón al Barça y llevarlo a los dominios de Bravo. Se dio cuenta Luis Enrique y puso a Busquets en el ancla para asegurar la zona ancha y mandar más en la retaguardia con Mascherano. Nos dejaron sin opciones de sorprender al cancerbero chileno que no tuvo apenas trabajo y el que le llegó fue el que le gusta, balones aéreos.

Los realistas hicieron lo que pudieron, incluso se llevaron unas cuantas tarjetas amarillas contra lo que acostumbra. La resulta de las mismas conlleva la acumulación de cinco en tres futbolistas (Rulli, Granero, Pardo) que no podrán alinearse el domingo, si es que hay partidos. Pase lo que pase, la Real sale con dignidad de una derrota esperada. Los duelos con pan son menos y en circunstancias como ésta se agradece.

Iñaki de Mujika