Alguna vez siendo niño un profesor de religión nos contaba la historia de Jericó. Los israelitas iban a la conquista de la tierra prometida y en el camino se encontraban con dificultades. Narraba que aquella ciudad habitada por los cananeos era rica y próspera y además rodeada de enormes y pétreas murallas. Conquistarla era un objetivo, pero cómo.
Aquel religioso, que se esmeraba en ganarnos para la causa de aquellas historias, se emocionaba mientras nos hablaba de unos sacerdotes que tocando trompetas con enorme fuerza consiguieron derribar los muros. Como quiera que eso sonaba a cuento chino, ayer por la mañana, sin nada mejor que hacer, busqué el pasaje en el Libro de Josué y me encontré con un relato:
“Josué envió dos espías a la ciudad desde su campamento en Shittim (actualmente en Jordania). Sucesivamente sitiada por los israelitas, Jericó se rindió después de que sus murallas fueran milagrosamente derribadas por siete sacerdotes tocando unas trompetas (Jos. 6). Los habitantes fueron asesinados y, según la historia, Josué maldijo y destruyó la ciudad”. (capítulos 3 al 6).
¡Qué pena! Con lo bonita que debía ser Jericó. La Real de hoy es un poco de eso. Una historia, una larga travesía, y un intento de conquistarla. La crisis de vocaciones no da para media docena de sacerdotes soplando a todo soplar, pero sí para otras personas que dan bandazos a derecha e izquierda y no sé ciertamente a dónde nos quieren llevar ni qué pretenden conseguir.
Supongo que la hoja de ruta de la nueva tierra prometida debe estar perfectamente diseñada, camino del edén: Europa, más dinero por televisión, plantillas más competitivas, reuniones y visitas de agentes, bajas y altas, fichajes y traspasos, resoluciones de contratos vigentes, personas que dicen hasta aquí llego, y un escaparate que tiene poco de conservador y bastante de incógnita.
Es una pena que aquel religioso que se llamaba Exiquio y había nacido en Gumiel del Mercado no estuviera cerca para contarme con paciencia la nueva historia y que me cautivara y me hiciera soñar, aunque solo sea imaginando el asalto a la fortaleza al son de los semitonos de una piccolo sin sordina. Necesito sacos llenos de fe para creer. Lo que parece claro a la vista de las declaraciones de las últimas horas es que nos espera un verano movidito y que el cuento, colorín colorao, evidentemente, no acaba aquí, ni por el forro.
Hay cosas (muchas) que se me escapan. A veces las imágenes te ofrecen valores añadidos. Cuando Elustondo marcó un golazo se fue directo al banquillo y en torno a él se fundieron todos en una piña. No ha sido una temporada fácil, porque hay gente que no le traga, pero en un encuentro como el de Vallecas fue capaz de disfrutar media hora, sentirse futbolista y ayudar al equipo a ganar. Más allá de que guste más o menos no es bueno que se le falte al respeto. Ni a él, ni a nadie, porque son jugadores nuestros, de casa. Cuesta mucho llegar al primer equipo y que sean rentables como para perderlos fácilmente.
Lo mismo que Agirretxe. Aprovechó su tiempo sobre el césped para culminar una victoria, segunda de la temporada lejos de casa. Gracias a ella no somos el peor visitante del campeonato. Si la primera llegó en Getafe, esta en Vallecas, por lo que los aires de Somosierra parecen sentarnos bien.
Y si dos jugadores formados en la cantera son capaces de reivindicarse en una tarde que no era fácil, tanto Vela como Chory Castro aportaron el complemento de su clase y eficacia con otros dos goles que galvanizaron el triunfo. Ese equilibrio entre foráneos y propios es lo que no podemos, ni debemos, perder.
Llegan las vacaciones. Nos quedamos en Primera pero con muchas sensaciones encontradas y a la espera del inmediato futuro. Moyes se remite al club, a sus notas de prensa, o comparecencias, para que se hagan oficiales todos los pasos que se están dando y se van a dar. Salidas, entradas, renovaciones. Lo mismo que en Eibar. Lo siento por sus técnicos y jugadores que se han dejado la piel sobre el campo, jornada tras jornada, sin el premio que merecían. La última jornada tristemente fue cruel, pero aquí tampoco se termina su historia.