No conozco a nadie que me haya hablado mal de Imanol Agirretxe. Es tan alto, tan grande y tan buena persona como futbolista comprometido con la camiseta que defiende. Pertenece a esa estirpe en extinción de los delanteros fajadores, no exentos de técnica, que huelen un balón y lo hacen suyo para resolver una jugada y hacerla decisiva en cada partido. Este año le hemos echado en falta desde el encuentro del Bernabéu porque estaba en un momento de forma estupendo, con el punto de mira atinado y certera la puntería.
Más allá de todo esto, le aprecio especialmente por ser como es y porque individuos así son quienes en el camino sujetaron los cimientos cuando se tambaleaban. Por eso, mañana lunes, cuando pase por el quirófano, deseo fervientemente que todo salga bien y que el galeno que le opera le deje el pie izquierdo como a Isadora Duncan, aquella bailarina estadounidense cuya biografía interpretó en cine, maravillosamente, Vanessa Redgrave.
Imanol no lo ha pasado bien, porque los deportistas lesionados de corta, media o larga duración, sufren por no poder competir y ayudar al grupo a conseguir los objetivos. También se desesperan cuando comprueban que las cosas se complican, que la evolución no es constatable y que finalmente no queda otra que pasar a la sala de operaciones y que te metan bisturí.
Lo mismo que hace él con las defensas contrarias para abrirlas. Anoche no le eché en falta como tantas otras tardes, porque el cabezazo de Mikel Oyarzabal en el gol decisivo lo hubiera firmado la tanqueta de Usurbil. El Barça se atrinchera por el centro con dos jugadores de tronío. Piqué y Mascherano son dos huesos duros de roer, con más escamas de experiencia que un galápago y que han toreado en plazas redondas, cuadradas y circulares. Se las saben todas. Eusebio entendió que debía sacarles de zona y volvió a salir sin delantero centro tradicional, pero por allí llegaron todos los posibles, incluido un solidario Vela.
Con los triunfos del Real Madrid y del Atlético de Madrid y la necesidad de ganar, Luis Enrique salió con todo, salvo Rakitic e Iniesta, sustituidos por Arda y Rafinha, pero que debieron actuar porque su equipo les necesitaba. El resto, la corte celestial. Así las cosas, la tarea para la Real era más complicada todavía. Lo que sucede es que si en el primer suspiro del match marcas un golazo, el partido cambia y las maniobras, también. Eusebio, brillante, dispuso mucha gente por dentro y por ahí no cabían ni paredes ni pases al espacio. El Barça ni se encontró cómodo ni lo tuvo fácil
Para que nada faltara, en los momentos decisivos, apareció el felino Rulli que sólo tuvo aciertos y paradones. El equipo se sintió respaldado desde atrás y echó el resto en el esfuerzo generoso por mantener la ventaja y sumar tres puntos de orgullo. Ni un pero que poner a un conjunto que se dejó la piel.
En medio de estas zozobras, se acabó aquello de fumar en los estadios. A partir del año que viene se perderá una tradición consustancial a los campos de fútbol, plagada de olor a puro. Desde el pequeño Voltigeur al Montecristo del 3, que era un veguero que se encendía al inicio del encuentro y se apagaba al terminar. Anoche seguro que alguno se lo comió atacado de los nervios.
En aquel paisaje de entonces, las barras de bar servían un café de puchero y no faltaba nunca la copa de sol y sombra, de Fundador o de un anís seco que permitía entrar en calor al respetable en las tardes del frío invierno, cuando entonces llovía y hacía más frío que ahora y la Montiel cantaba un sublime Fumando espero.
Ciertamente. El acuerdo parlamentario afectará a la economía de los clubes más humildes, que hacen caja en las barras de las pequeñas tabernas de cada campo. Una forma de financiación que se verá modificada: botellines de agua, cerveza sin alcohol, y el recuerdo de aquellas marcas que no faltaban nunca como Orange Crush, Tri Naranjus, Schuss, Kas?aunque ayer a la salida del estadio lo que la gente consumió fue un enorme pelotazo. ¡Toca reinventar y regenerarse! Como el tobillo de Imanol, al que en su fuero interno seguro que Mikel le dedicó su gol con un inmenso “Vamooooos”.