cada vez entiendo más a los niños que van a la escuela y se aburren con los profesores por unas chapas que causan indigestión. Sucede lo mismo con la feligresía que acude a un oficio religioso y se traga un sermón duro como un ladrillo del que es imposible extraer conclusiones apasionadas. Y qué decir de la clase política, en campaña o fuera de ella. Hay mítines con capacidad fantástica de hacer bostezar a quienes fielmente acuden a la cita. Hablar y hablar para no decir ni castaña.
En cualquiera de esos escenarios te puedes dormir tranquilamente. Ahora que estamos metidos en festivales cinematográficos, entra dentro de lo muy probable que en más de una película, aprovechando el horario y la oscuridad, algún crítico se pegue una sornada sonora lo mismo que cualquier espectador al que engañaron con un título atrayente de contenido infumable. Ronca que te ronca y además sin disimulo.
Desde que a los clubes deportivos llegaron los responsables de prensa todo se deshumanizó. Las personas que asoman a las mesas con micrófono para comunicar lo que sienten no expresan lo que piensan sino lo conveniente. Así nos encontramos con respuestas previsibles que no conceden un titular con el que cautivar a la sufrida grey de seguidores. Cuando en la rueda de prensa de Eusebio, el viernes, le preguntaron por el pesimismo del entorno respondió como creyó conveniente: “Veo seguridad y no veo dudas. Veo convencimiento en lo que hacemos. La afición valoró nuestro esfuerzo porque entendía que lo estábamos intentando. Nos ayudó hasta el final y eso me dice que todos estamos alineados en la misma idea. Y con las ganas de que los resultados lleguen cuanto antes. Veo ilusión y ganas”
Puedo convivir con una duda razonable, que se relaciona con una distancia entre la realidad y la conveniencia. Volviendo al punto de partida, esta semana he tratado de ver varios partidos de fútbol para situarme en distintos escenarios y conocer el nivel de los equipos y del juego. El resultado es catastrófico. El atrayente Manchester United vs M. City mantuvo incólume la pasión y el interés. A pies juntillas, sin moverme del sofá. Espectáculo en todo lo alto.
Luego, a lo largo de la semana, he tragado unos cuantos bodrios infumables, unos castigos de enorme penitencia. Imposible fidelizarte noventa minutos. Cuando me aburro, muchas veces porque no pasa nada, hago viajes a la cocina para acabar con un queso, dejar tiritando un salchichón o dejar el armario sin los paquetitos de frutos secos. Hice un esfuerzo en el Villarreal-Zurich, ya que los castellonenses eran los rivales inmediatos. Preparando un sándwich vegetal, me perdí el gol de los suizos. Vi empatar a los locales y no recuerdo más porque me quedé sopa. Cuando quise darme cuenta, me dolía el cuello y la pantalla estaba en negro. Todo había terminado. Por curiosidad, abrí el ordenador para ver cómo acabó la historia.
Suele suceder algo parecido en las carreras ciclistas que las televisiones emiten después de comer. Si pones el sonido bajito y la etapa es un truño, caes como Sansón y los filisteos. El compromiso de radiar los encuentros necesita que te sientas alerta. Trabajo cuesta, porque los tres partidos anteriores han resultado bastante monótonos y de discurso conocido. Por eso, ante la cita de El Madrigal estaba como los actores y actrices que pisan la alfombra roja y se quedan puntito piltrafa por el chaparrón que les empapa y les desquicia maquillajes, trajes y abalorios.
La alineación me sorprendió porque de salida había mucha artillería. Cambio de sistema y apuesta de salida por Carlos Vela como titular por primera vez desde que se inició el ejercicio. Los partidos se juegan desde una idea y la de Eusebio pareció clara: balón y ataque. Luego, sobre el césped se desarrollan los procesos. Dispones de oportunidad para adelantarte y reforzar el plan pero la ocasión se va al limbo. Después, te pierdes un cuarto de hora. Cadena de errores y en un plis plas cometes un penalti que el rival falla y encajas dos goles que te devuelven a un escenario inesperado.
Solo puedes reaccionar. Para ello debes marcar goles que en esta categoría y ante rivales de enjundia, y en su campo, nunca es fácil. Yuri recorta la diferencia, pero nadie le secunda y el partido se pierde sin merecerlo. Esos minutos de desconcierto, de pérdida de concentración, y de duda, te condenan. Es muy posible que el equipo hiciera el mejor encuentro desde que comenzó la temporada, pero no suma en estas fatídicas semanas de tres encuentros que no conseguimos gestionar con la eficacia de los buenos resultados. Llegar hasta la orilla y no poder desembarcar.