después del soponcio de San Mamés necesitaba unas good vibrations, las buenas vibraciones de aquella canción inolvidable de los Beach Boys. Elegí para reencontrarme con el espectáculo el partido entre el Barça y el City de Manchester. Disfruté con la esencia del juego, con la velocidad, la inteligencia, las jugadas, los remates y Messi. Todo iba en su orden hasta que Bravo sacó la guitarra y se pegó un rasgado monumental que prolongó la catarata de despropósitos que sus antiguos compañeros habían protagonizado días antes. Reminiscencias del pasado que perduran.
Lo mismo que los recuerdos que me relacionan con el Alavés. Fue en Mendizorroza cuando nos quedamos en la puerta del ascenso. Muchas veces he tratado de imaginar qué hubiera sucedido si aquel día la Real vuelve a Primera precisamente con Lillo en el banquillo realista. Pasamos del infinito al cero. Volver a empezar. Entonces había una directiva diferente, un equipo distinto, otra forma de hacer las cosas y demasiadas sonatas inacabadas. Lo que pudo ser no fue y la historia comenzó a escribirse de muy diferente manera desde aquel día en el que un fallo clamoroso de un delantero y alguna pifia de la zaga aniquiló los sueños durante dos años en un santiamén.
En el camino hay una caterva de situaciones que pertenecen a eso que llaman común acuerdo, del apaño al amaño, del yo pecador al kyrie eleison. Del perdón porque no sé lo que hago, a una infame respuesta pocos meses más tarde. En fin, una sinfonía de trapalladas, como dirían los gallegos, en toda regla que algún día quisiera escribir para que no caigan en el olvido.
De aquel Alavés de los Mané y compañía a éste de Pellegrino hay un tranco largo, porque el fútbol ha cambiado mucho en los despachos, en las estructuras, en los futbolistas y en el juego. Los vitorianos plantaron cara al Barça en el Nou Camp y les amargaron la tarde. Antes habían empatado en el Calderón. Pudo suceder lo mismo ante el Sevilla de Sampaoli en el Pizjuán cuando sucumbieron en los minutos de prolongación. Avisados estábamos.
En el lado de aquí, la semana transcurrió entre el lametón de las heridas y la apuesta por el estilo de juego que gestiona el entrenador y aplauden los futbolistas, defendiendo a ultranza el fondo y la forma, que supongo no están reñidos con la adopción de decisiones diferentes cuando se necesitan. Por aquello de ratificar confianza el técnico repitió de salida con los mismos que eligió ante el Athletic.
En tiempos de tormenta no hacer mudanza. Quizás por eso, porque el Alavés no fue, o no pudo serlo, la Real se llevó el partido sin errores, ni fisuras y con suficiente acierto cara a la portería contraria para firmar una actuación convincente con final feliz que es lo que gusta. Y como además los tantos los firmaron tres futbolistas distintos, la alegría fue por distintos barrios.
El primero, un centro con donosura de Txarly que cabeceó Xabi Prieto como sabe y le gusta. El segundo, un balón colgado de Raúl Navas que controla Willian José de modo admirable para ganar la posición orientándose hacia la meta de Pacheco al que supera de picadita. El tercero, conexión Juanmi- Oyarzabal que el eibarrés envió para que la llegada de Vela hiciese feliz al mexicano. El “11” protagonizó el mejor partido desde hace tiempo y esa es una noticia gratificante para el proyecto que defiende. Reminiscencias del futbolista que fue y que desea volver a ser.
Las Palmas, Betis y Alavés, tres choques seguidos en casa, tres triunfos, nueve puntos y sensación de consistencia, de hacerse fuertes en el propio feudo. Queda mucho por hacer, sobre todo en lo que se refiere a la confianza en el grupo desde fuera. Entre la cal y la arena. Actuaciones sólidas como la de ayer, por ritmo e intensidad, llevarán al equipo por el buen camino y aumentarán su crédito, sobre todo en la credibilidad. Próxima estación, Leganés.
De allí no existen ni recuerdos, ni reminiscencias, pero sí oportunidades de conseguir tres puntos que sitúen al equipo en ese punto que todos desean. Parece que hay un equipo titular y que los cambios aportan, incluso cuando vienen mal dadas. Hoy, me siento más optimista. ¿Será por el viento sur?