El Beaterio de Iñaki de Mujika

“Mannequin challenge”

Bruselas es una ciudad que merece la pena. Se patea en llano y dispone de muchos lugares atractivos que configuran un relato fácil y cercano. Los belgas son afables y hacen que todo sea mucho más cómodo. Por unas u otras razones la he visitado unas cuantas veces y espero volver. Siempre existe una primera vez para todo, incluso para conocer lugares.

Cuando entras en la Grand Place (Grote Markt) asumes que estás en un espacio de calma, con edificios llenos de historia y cervecerías que ocupan una buena parte de los bajos de la plaza. Creo haber entrado en casi todas. En Le Roy d’Espagne alucinas al traspasar el umbral. Encuentras unas figuras enormes, de tamaño natural y un caballo de madera con cara sonriente. Muy decorado todo, eliges la jarra que te apetece en una larga lista de modalidades y precios.

El último recuerdo se corresponde con La Chaloupe d’Or, en donde pagué casi siete euros por una hermosa botella de una marca que no recuerdo, pero que correspondía a un nombre sofisticado en la etiqueta. Disfruto con las rarezas, pero aquella cerveza era durísima con la sensación de haber metido un polvorón en la boca. He visitado el museo del chocolate, he entrado en unas cuantas confiterías y he pateado bastante el centro de la ciudad. En una de esas calles, no recuerdo el nombre, existe un enorme establecimiento, lleno de espejos y compartimentos, con mesas antiguas, a modo de vagón de tren. Nos llamó la curiosidad y entramos para degustar otra birra. Estaba casi lleno.

Tras los primeros pasos, en el pasillo a la izquierda, compartían charla y bebida unos jóvenes vestidos con cuero negro, crestas de colores y demás abalorios. En el siguientes espacio, tres entrañables abuelas con el café de la tarde. El contraste, que parece imposible, allí se daba con absoluta normalidad.

Sabéis de sobra que cada ciudad cuenta con un símbolo que le representa. París, la Torre Eiffel; Madrid, la Cibeles; Sevilla, la Giralda; Copenhague, la sirenita, y Bruselas, el Manneken Pis. Si vas de visita, encontrarás carteles por todas partes indicándote el camino de la escultura. Seguimos las flechas y llegamos al lugar. Un niño de piedra que se agarra el pittitto y de cuyo extremo sale un chorrito de agua a un pequeño estanque, protegido por barrotes. Apenas supera el medio metro de tamaño.

Sonriente, mofletudo, quieto, como un Mannequin Challenge. Quizás sea el inspirador de esa moda que invade vestuarios de equipos deportivos. Se trata de grabar un vídeo en el que los protagonistas están haciendo algo, pero sin moverse. No hay vértigos. Desde un masajista con las manos quietas en el muslo de un ciclista, hasta el futbolista que sentado en el trono ve cómo un compañero agarra sin pestañear la tira del papel higiénico. Es una moda pasajera pero que ocupa las redes sociales día sí, día también. No sé si responde a políticas de márketing, cachondeo o aburrimiento.

La Real es pionera en esto. Hace unos meses salió en El Molinón y se quedó pasmada, hierática, en magnífica pose. Aquella sorprendente frialdad le costó un carretón de goles, un disgusto en toda regla y una mochila de dudas sobre el sistema, la forma de jugar, el modo de afrontar los encuentros, etc. Avisados estábamos. Más aún, cuando el entrenador en la rueda de prensa del viernes recordó que las euforias no son buenas compañeras de viaje y que si nos despistábamos mirando cómo sale el chorrito de pis de la estatua, se nos juntaban al mismo tiempo otro patatús y un telele.

Después de la victoria ante el Atlético de Madrid, quince días de chichinabo, quedaba por comprobar si los realistas seguían en la cresta de la ola o habían desembarcado en la orilla, contando con los viajes de Rulli, la doble excursión de Oyarzabal, la paternidad de Vela o el pim, pam, pum a Iñigo Martínez, que se encargó de enviar un misil por la escuadra del portal de Cuéllar que dejó anodadas a las arañas que allí pululaban. Un golazo que da la vuelta al mundo y que ganará premios por la plasticidad y calidad en la ejecución.

Era el tercero de los txuri-urdin, el que sentenciaba y hacía bueno todo el trabajo anterior y posterior. Solo un despiste, un cierto relajo, permitió al Sporting nivelar una contienda que Xabi Prieto puso pronto cuesta arriba para los asturianos. Cuando estos buscaban el modo de inclinar el partido de su lado, llegó el desmarque de Zurutuza y el gol que devolvía los galones a un equipo superior a lo largo de todo el encuentro. Y si la ansiedad o el egoísmo de otros rematadores en jugadas posteriores no hubieran dominado las acciones, a estas horas la goleada podía ser escandalosa.

Los realistas dejan el posado para mejor ocasión. Lo suyo a esta hora es otra cosa, justo la contraria. Correr, jugar muy bien al fútbol, disfrutar y hacer disfrutar a su legión de seguidores que esperan el próximo domingo como una oportunidad soberbia de reivindicarse.

Iñaki de Mujika