El Beaterio de Iñaki de Mujika

Ganes o pierdas, aburrimiento copero

He escrito muchas veces, y lo seguiré haciendo mientras no cambie, sobre el actual sistema de Copa, que es insoportable para cualquier humano, adornado con un puntito de sentido común. El miércoles realicé el ejercicio de ver el mayor número posible de partidos de cuantos se televisaban a las siete, a las nueve y a las diez de la noche.

Los supervivientes de las previas, equipos de Tercera y Segunda B, se enfrentan a rivales europeos de Primera. Es un premio, sin duda. Los primeros partidos se disputan en el campo del más pobre, que se hace rico con el importe de la recaudación, sabiendo que no hay más futuro en la competición porque vas a caer eliminado.

El Sevilla marcó el primero en Formentera antes de que el árbitro ordenara el saque inicial. El Villarreal hizo lo propio en Toledo. El Atlético de Madrid tardó un poco más, hasta que le obsequiaron con un penalti y abrió la lata en el viejo Helmántico ante un entusiasta Guijuelo que luego encajó media docena. Podríamos seguir. Sólo el Hércules, ante un Barcelona con protagonistas de tercera fila, mantuvo un pulso con futuro. Como el Real Madrid había marcado en León siete tantos, el partido de vuelta era insufrible. Terminé viendo el carrusel de balonmano, con tres partidos mucho más vistosos y emocionantes. Es lo que hay.

Sobran los segundos encuentros de las eliminatorias. No se sostienen porque el atractivo es inexistente, por mucho que se empeñen en edulcorarnos el plan y lo quieran justificar hablando de la ilusión de los futbolistas en pisar los grandes escenarios. Es decir que, para que Pepe, Juan y Antonio disfruten pisando el Bernabéu, Calderón, Camp Nou o El Madrigal, la feligresía en general se traga una castaña en toda regla.

A la Real le tocó en suerte el Valladolid. Equipo con historia y oficio. Capaz de eliminar a la iterativa versión txuri-urdin de las últimas décadas, con alguna honrosa excepción en el camino. Los discursos previos a los partidos se relacionan con la importancia de la competición, con la oportunidad para los menos habituales, con la ilusión que genera superar confrontaciones, con? la madre que les parió.

La resultante la conocéis de sobra: alineaciones desconocidas que exigen tirar del álbum de cromos para conocer a los protagonistas; partidos inermes que se disputan en medio de las frías noches de otoño-invierno con las gradas vacías sin el menos atractivo ni interés; ganas de acabar cuanto antes porque los objetivos prioritarios son otros y no se quieren correr riesgos. En fin. Eusebio se salió de ese carril y alineó un once perfectamente reconocible.

He creído muchas veces en la palabra de los técnicos y de los futbolistas antes de iniciarse esta competición. Las respuestas no se correspondieron casi nunca con el discurso. Lo volví a hacer el miércoles con Eusebio, cuya comparecencia pública fue la de mayor contenido desde que está con nosotros. Mandó recados varios, avisó a navegantes y se comprometió a poner toda la carne en el asador. Quiere gente comprometida, que pelee cada día por conquistarle y que ponga difícil la decisión de cada domingo. La convocatoria ya fue un referente. Pocas tonterías. “Debemos asumir la responsabilidad de aspirar a todo”.

El técnico cumplió con su palabra y dispuso el equipo habitual con dos cambios forzados. Ausentes Xabi Prieto y Oyarzabal, entraron por ellos Canales y Juanmi, que supo aprovechar con dos goles la oportunidad de reivindicarse. Uno, con la zurda; el otro, de cabeza. Ambos dotados de plasticidad y en un momento en el que el partido se movía entre incógnitas.

Sucede muchas veces que el problema del juego y de la intensidad no se relaciona con los futbolistas que eliges, sino con sus cabezas. No es fácil conseguir la respuesta que esperas, porque el subconsciente funciona y los equipos relativizan esfuerzos pensando en lo que les viene a corto. La Real no jugó bien o, si prefieres, no fue el equipo cautivador de las últimas semanas, quizás porque era imposible.

Ganó y, salvo cataclismo, superará la eliminatoria y mirará a enero, en donde el calendario se aprieta y se juegan encuentros un día sí y otro también. La gestión del grupo, el nivel de los rivales, los resultados, entran en la coctelera que se agita y sale una combinación que a veces gusta y triunfa. Esa es la labor del entrenador, aunque siempre es fácil ofrecer una voz discordante. En estos casos, si elige a los mejores, porque los saca con el riesgo de que se lesionen y perjudique la marcha en la Liga. Si cuentas con los menos habituales, es porque quieres tirar la Copa. Hagas lo que hagas, galimatías.

Para terminar. De mayor quiero ser linier. El de la banda de tribuna falló más que las escopetas de feria y sus decisiones incidieron en la suerte final del encuentro. Tan mal, como este sistema de competición que no gusta nada y aburre a los más enfervorizados seguidores del balompié.

Iñaki de Mujika