El Beaterio de Iñaki de Mujika

Eso que llaman desprecio

Real Sociedad 0-1 FC Barcelona
Cuartos Copa (ida) – 19/01/2017

Deliciosa la entrevista de Marco Rodrigo a Jagoba Arrasate hace un par de días en este diario. Se lo comenté al entrenador ayer. Destacaba el valor de las preguntas capaces de obtener brillantes respuestas. Hablaba de todo, incluso de la pesada mochila de Krasnodar, lo mismo que de las experiencias vividas en el complicado camino de todo entrenador (dos ceses más esta semana en Gijón y Miranda de Ebro).

Se refirió a las vivencias de los encuentros contra el Barça, de su experiencia en los partidos de Copa y Liga, del desprecio sufrido y de las reacciones. “Nosotros también tenemos escudo” fue una frase que se acuñó para siempre y que debería figurar en el santo y seña de la entidad txuriurdin. Allí se aparcaron las simpatías por el rival que demostró que, mientras te ganan, eres muy bueno y simpático, juegas bien, les gusta tu propuesta, te jalean?pero cuando les superas se suben a la yugular y “zas”, tarisco en el cuello. Solos o acompañados de las decisiones arbitrales cuya larga retahíla no voy a recordar, porque están vivitas y coleando en la memoria de todos.

Esto no es nuevo. Lo viví con intensidad en el balonmano. Cuando el Bidasoa amagaba, pero no daba, las relaciones eran formidables. Abrazos, charlas distendidas, sonrisas? pero cuando llegó el momento en que les ganabas en el Palau y les levantabas una Liga o una Copa de Europa, aquello se convertía en un lodazal. Las relaciones entre Valero y Juantxo Villarreal, los entrenadores, crujieron. Desencuentro absoluto. Ni se miraban, ni se hablaban, hasta que la madurez de ambos, pasado bastante tiempo, recuperó el terreno perdido y las cosas se normalizaron.

Esta situación no solo es aplicable al Barça, sino a todos aquellas entidades superiores en recursos, influencia mediática, peso en los despachos? la lista es larga e inolvidable. Nos la recuerdan cada vez que pretendes estirar el cuello. Por eso, cuando hablamos de escudo, hablamos de sentimientos y también de respeto. Al club, a todos sus seguidores y al sentido común, esta semana le han provocado de mala manera. Primero, designando a un colegiado cuya hoja de ruta con la Real es un cúmulo de despropósitos que nadie ha sido capaz de evitar y que pone muy en entredicho el criterio de las designaciones arbitrales.

Luego, el día y la hora del encuentro de anoche, pese a las solicitudes y ruegos. Contra viento y marea, como si molestáramos. Nadie, lejos de aquí, es capaz de entender lo que significa una fiesta de arraigo. Comparaba Aperribay la noche de la Izada con la madrugá de Sevilla. Impensable que a esa hora se juegue en Heliópolis o Nervión. Podría añadir que es igual de impensable un partido de Osasuna a la hora del encierro, o un encuentro en Gal cuando desfila el Alarde, o en Mestalla cuando se queman las Fallas?Aquí se firman contratos, acuerdas una millonada por los derechos de televisión y dejas de ser tú para siempre. Estás en sus manos, por mucho que patalees y determines la ley del silencio. Da lo mismo tal y como se ha podido comprobar y padecer.

Una vez más se le pidió a la gente un mayor esfuerzo. Inmenso en muchos casos, para que el equipo no se quedara solo, por las ausencias de donostiarras y azpeitiarras. Ejercicio de fidelidad de las tamborradas de las dos peñas que se pusieron del lado del club y de los aficionados. Destacable y plausible la generosidad de los 28.461 espectadores que acudieron a la cita y pusieron en taquilla el cartel de no hay billetes..

Luego, llega el partido. Te aferras a la vieja idea de que el Barça sufre en Anoeta, pero en una eliminatoria a doble partido, las cosas se complican más y debes estar pletórico en la ida y en la vuelta. Luis Enrique se trajo todo y Eusebio salió con lo que pudo, aún a riesgo de que volvieran a sonar las sirenas y sin pararse a pensar que pasado mañana se vuelve a competir frente a otro rival de enjundia que pelea por lo mismo. Salvo Carlos Martínez, puso a los mismos que firmaron aquella actuación soberana que terminó con empate en el partido de Liga.

Sucede que no todos los encuentros son similares, porque cambian muchas cosas. Entre ellas, la actitud. El Barça se pareció poco al de la última visita. Se encontró con un penalti para ponerse en ventaja y defenderla hasta el final. Enfrente, la Real dio de sí todo lo que pudo. Justita de fuerzas, lo dejó todo sobre el césped. Ante otro rival, de menor nivel, le hubiera sobrado para imponerse pero esta vez los de Luis Enrique no concedieron ni un palmo de relajación.

Tampoco es que crearan mayores ocasiones, pero les fue suficiente para capear el temporal de un encuentro más táctico que hermoso. No fue un buen partido, pero tuvo el color de las grandes ocasiones. Cuando ves una monumental y merecida pañolada con la gente volcada hacia su equipo sientes que la mejor respuesta al desprecio es el desdén. Pasad buen día y cargad las pilas que el domingo viene otro cañón apuntando.

Iñaki de Mujika