El Beaterio de Iñaki de Mujika

Las tazas de Tila

Valencia CF 2-3 Real Sociedad
Jornada 34 Liga – 26/04/2017

Que el final del campeonato iba, y va, a ser de órdago lo sabíamos casi desde antes de empezar. Las últimas jornadas se muestran intratables, porque juegas tú y juegan los demás. Te pones a hacer cálculos, que si estos empatan aquí, que si este pierde allá, que si? al final nada es lo que deseas y te pringas hasta las cachas. Luego, llegan los trencillas, los penaltis no pitados, los señalados que no lo son, los goles legales y los ilegales, las expulsiones, las redacciones de las actas, las decisiones de los comités, los tratados de metafísica necesarios para entender los dislates y la tila para tranquilizarnos en finales como el de anoche. Pálpito encogido el último cuarto de hora con medio territorio al borde del patatús.

El Eibar se dejó hasta el aliento frente al Athletic. Pudo ganar, pero perdió cuando más duele, cuando no queda tiempo ni para lamentarse. No sé si ese era el resultado más favorable para la Real. Un día más tarde el Villarreal ganó en el Calderón, donde conseguir tres puntos es tan complicado como conquistar el Annapurna. Así que donde pensábamos que las cosas iban a ser de un modo, concluyeron de otro y nos metieron en la zozobra de la incógnita.

Es por lo que el partido de anoche en Mestalla no dejaba lugar al flirteo con la tontería. Era necesario salir a ganar y además ganar que, aunque pueda parecer idéntico, no es lo mismo de ningún modo. Condenarnos a la séptima plaza significa depender de los demás, y sobre todo del Barça, en la final copera. Contado así parece un escenario razonable. No nos gusta. Al equipo, tampoco. La salida al juego con una jugada de estudio, un remate de Juanmi y un fallo monumental del portero local enviaba el primer mensaje trascendente de la cita.

Tampoco me gusta que la mejor liga del mundo, eso dicen los que la regentan, cometa la torpeza de designar un árbitro para dos partidos trascendentes con dos jornadas de diferencia. Del Cerro Grande pitó el partido de Ipurua y dejó muy descontenta a la parroquia armera y repitió anoche a las orillas del Turia. Se supone que para algunos este árbitro es una especie de Supermán capaz de correr dos horas seguidas, someterse a la presión de los dos equipos y de la grada y volver a la faena sin tiempo natural de recuperación física y mental, por muy internacional que sea y por muy pelada que tenga la popa. Por eso, valoro el arbitraje de ayer como un ejercicio de profesionalidad. Estuvo impecable.

Por eso, anoche más allá de la banda de música que interpreta pasodobles no estábamos para otro son que no fuera el nuestro. Al equipo de Voro le faltaban muchos jugadores, sobre todo en la contención. Por unas u otras razones, ni Parejo ni Mangala (sancionados), ni Abdenour ni Rodrigo (lesionados), pero con Ezequiel Garay, el rosarino al que rescataron desde la necesidad de armar al equipo en la defensa. No sé cuáles eran los planes del Valencia en el vestuario pero se vinieron abajo antes de que los espectadores se sentasen en las viejas butacas del estadio, muy vacío y muy protestón con los suyos. Tras el tanto inicial, llegó el manotazo de Siqueira a Odriozola que terminó con el balón en los once metros y en la portería de Alves. Su habitual maestría en detener penaltis sucumbió ante el buen lanzamiento de Willian José.

Los problemas físicos de Iñigo Martínez y del propio delantero brasileño obligaron a Eusebio a mover ficha antes de tiempo, pero seguía contando con Odriozola que parece futbolista de otra constelación. Puso en marcha el motor. Xabi Prieto se dio cuenta y mandó el balón al punto exacto del encuentro. El lateral centró a la llegada de Oyarzabal, que se estrenó después de mucho tiempo logrando el 0-3 y poniendo al personal patas arriba. Un pintxo-pote en toda regla.

Es entonces cuando haces otra lectura de las cosas, bajas la guardia, la fortuna te abandona, los rechaces son para ellos y toda la lista de situaciones oscuras que se acumulan y terminan por afectarte. Los valencianistas estaban con jaqueca, pero se la quitaron en pocos minutos. Funcionó la aspirina con tiempo por delante para la remontada y los soponcios. Tratamos de contraatacar sin éxito. Defendimos por acumulación y si en ese momento aparece un señor vendiendo oxígeno, se le agotan las existencias. El reloj va lento y más lento y mucho más lento. No llega el 90 de ninguna manera y notas que los nervios te atenazan. Falta confirmar la victoria y esta felizmente llega.

Seis de seis a la espera del Granada. El sábado nos encontramos con otra final que se debe ganar. Lo más importante ahora es recuperar el resuello, tratar de coger aire, respirar profundo e ir en busca del equipo nazarí. Enlazar tres victorias consecutivas a estas alturas de la película sería formidable. Las fuerzas están justitas pero la cercanía del objetivo nos anima a todos a poner la guinda al pastel, aunque lo debamos acompañar de tazas de tila. Ayer se me terminaron los sobres.

Iñaki de Mujika