El Beaterio de Iñaki de Mujika

El coladero

Escribo beaterios como rosquillas. Salgo de uno y llega otro. Lo mismo que los partidos. Os aseguro que no es un ejercicio fácil. Por eso, entiendo a los jugadores y técnicos. Es muy difícil ponerse las pilas y responder a la exigencia de cada partido con tan poco margen de tiempo. Trato de ser original y os aseguro que llevo unos cuantos a la espalda. Vamos, desde que este diario vio la luz hasta el día de la fecha. Son todos diferentes, responden a distintos estados de ánimo. No he repetido ninguno y lo paso pipa cuando tecleo. Ayer, obviamente, no. Ese empate nos desarma. Por el resultado y por la forma en que se produce.

Después de Trondheim pensé de inmediato en el partido de Las Palmas. Miré a su banquillo y encontré la flaca figura de su entrenador al que conozco desde hace décadas. Siempre me pareció diferente a la mayoría. Antes era Paco, luego Patxi, más tarde Pako, y siempre Ayestarán o Aiestaran. Las charlas con él son muy animadas porque le pone pasión y conocimiento.

Fue el primer técnico al que vi su ordenador. No entiendo mucho de preparación física, pero en aquel disco duro figuraban datos y más datos de futbolistas que controlaba y estaban bajo su gestión. Me enseñó los secretos mejor guardados, porque ello significaba descubrir realidades. Una cosa son las apariencias y otra la frialdad inequívoca de los datos. Desde fuera, los partidos parecen de una manera, pero en el seguimiento de esfuerzos, kilómetros recorridos son otros. En ese trabajo nada responde ni al azar ni a la intuición.

Javier Zubillaga, cuando dirigía la estructura deportiva de Osasuna, juntó a Rafa Benítez y al propio Ayestarán. De esa fusión nació una pareja de grandes conquistas. Nos encontramos en Almendralejo, Tenerife o Valencia, plazas en las que lograron notorios éxitos, antes del periplo en Liverpool, su mejor versión como entrenadores. Eligieron el camino de la máxima exigencia para la mejor y más notable experiencia. Levantar una copa de Champions les consagró para siempre. Luego, aquella relación llegó a su fin y cada uno siguió caminos diferentes. Con posterioridad, trabajó a las órdenes de Unai Emery o Quique Sánchez Flores.

Paco estuvo en la Real lo que dura la letanía tras el rosario. Es decir, nada. Una pena porque una persona con sus capacidades no debió desaprovecharse. Después llegaron otras experiencias. Quería ser entrenador y aplicar sus métodos como primer responsable de una plantilla. Eligió México, Israel, Valencia y ahora Las Palmas para descubrir los reales entresijos del técnico solitario en su banquillo. Todas las experiencias enseñan y de todas se aprende, aunque sea a costa de mamporrazos y desencuentros. No es tarea fácil, ni la suya ni la de sus colegas.

Hacía mucho que no hablaba con él. Nos encontramos en zona mixta después del empate. Comentamos mucho de su equipo y de él. Relativiza mucho y bien, aunque no es fácil convivir con la situación que le rodea. Le gusta comentar partidos en cadenas inglesas de televisión. Aporta lo que no vemos o descubrimos. Nada de lo suyo pertenece al azar. Todo está milimétricamente medido. No me cabía la menor duda de que el encuentro frente a la Real lo había preparado con el mimo de siempre y con la ventaja de conocer de sobra a la plantilla guipuzcoana. ¡Le apasiona Illarramendi! Esta experiencia con los canarios le está costando disgustos a raudales. Sus números eran terribles hasta ayer.

La Real intuyó que era una buena oportunidad para sumar tres puntos y congraciarse con los partidos de casa. Salió a la grande, como un tsunami de juego y velocidad. Una catarata de cosas positivas que no se tradujo en el marcador. Antes bien, después de un saque de banda (volvería a pasar en el segundo gol visitante), el balón acabó en nuestro capazo. Otra vez, y van unas cuantas, tocaba remontar. En Anoeta, y en ese paisaje, no hemos conseguido ganar ningún partido. El empate llegó pronto y los ánimos se renovaron. Quedaba tiempo para hacer bueno el pronóstico y la intuición de las casas de apuestas. Cuando el 2-1 subió al marcador, las cosas alcanzaron su estado natural, pero este equipo no es capaz de defender lo que consigue con tanto esfuerzo. Se juntaron los cansancios del partido europeo, el atolondramiento y la necesidad del rival.

Perdimos chispa, frescura y dinamismo para firmar un cuarto de hora final en el que Las Palmas no ganó de milagro. Si no es por Rulli, a esta hora hablamos de otra cosa. El argentino sacó dos manos primorosas y salvó un punto en medio de las ocasiones perdidas. Llegaron cinco veces. Nos marcaron dos tantos, casi otros dos y la quinta seguro que no anduvieron lejos.

Salimos del estadio con un punto de desánimo y con la sensación de que nos hacen goles con demasiada facilidad. Venga quien venga. Nos cuesta dejar la puerta a cero en liga. Y no es echar la culpa a la defensa, sino al concepto defensivo del equipo. El juego coral es el que es y le cuesta una barbaridad ponerse el mono de trabajo en la contención. Cualquier espectador ajeno a los colores realistas que viera el encuentro tendría la sensación de que somos un coladero.

Iñaki de Mujika