Sin darse cuenta, Iñigo Martínez le ha hecho esta semana un favor a su antiguo y humilde club. Nos entretuvo el martes y el miércoles, días en los que cada cual manifestó su opinión en favor de la decepcionada corriente. El jueves nos presentaron a quien le sustituye, que, desde luego, no es un cualquiera y el viernes, ayer, nos enfrentábamos al Deportivo de la Coruña. Un grupo de aficionados se presentó en Zubieta para alentar y el runrún de la calle se confabulaba en ayudar al equipo a salir de donde está. Las campanas tocaron a rebato. Quiere esto decir que durante los días pasados no se habló nada del encuentro ante los gallegos, ni de la falta de victorias, ni de la situación del técnico, ni de la zozobra general, ni se tensó la cuerda, ni se hizo un previo insufrible… Noventa minutos de balada, cinco goles a favor, tres puntos y mucha alegría. Eskerrik asko por tanta generosidad en la salida.
Luego, está la otra. La de la millonada depositada en la caja. Las cifras me siguen pareciendo una salvajada. Lo mismo que otras que suceden en distintos territorios. La decisión del chico de Ondarroa ha desencantado a la mayoría de los del lado de aquí, a los de dentro y a los de fuera. Hay cosas que no son medibles como la grandeza, los sentimientos, el cariño, la fidelidad? En cambio, otras sí, como es el caso. Cuando en el horizonte aparece una inesperada Arcadia feliz bancaria, con cifras que marean, no cabe sino hacer ascos o caer cautivado por el embrujo. Cada cual elige según su escala de valores.
Me gustó el presidente en su comparecencia de urgencia. Se mordió la lengua en la rueda de prensa. Dejó un par de perlas cultivadas y trató de mantener prietas las filas de la soldadesca militante. No defraudó. La respuesta como entidad fue la que corresponde a un gran club y la respuesta posterior, también. Se gastan seis millones en un central internacional, curtido en ligas de primer nivel, que acepta venir porque quiere jugar donde le quieren y mira a Rusia 2018. Allí espera estar capitaneando a los suyos que son mexicanos. Necesita competir y elige la Real para hacerlo, avalado por las buenas palabras y oficios de Carlos Vela y por la rápida gestión de las operaciones.
Es decir que, a día de hoy, la Real cuenta con veintiséis millones de euros más que hace una semana, con un cambio de futbolista que no parece menor, curtido, avezado y baqueteado en cien frentes de batalla, con las ideas claras y con ganas de comprometerse.
No voy a caer en la tentación de decir que este es mejor que aquél. Eso es silvestre y bausán. Simplemente, y no descubro nada nuevo, aquí están los que quieren estar. Ayer, hoy y mañana. El camino en los últimos años está sembrado de futbolistas íntegros que apostaron por la camiseta que quieren y defienden. Unos cuantos dijeron no a cantos de sirena y propuestas cautivadoras. Aranburu, Zurutuza, Xabi Prieto, Oyarzabal. Mikel González o Labaka? vivieron momentos duros. Antepusieron el valor de lo colectivo al yo personal. Inmensa gratitud para personas que hicieron reflotar la nave cuando se hundía. Eso sí es grandeza. Además ejemplar. Serán mejores o peores, acertarán más o menos, pero la fidelidad es una virtud que debe valorarse cada día más. Está en desuso.
Cada cual es muy libre de elegir su futuro. Incluso, de arrepentirse cuando las cosas no salen como pensaban. Pasa en ocasiones. “Sácame de aquí” no es el título de una película, ni novela negra, sino la frase que muchas veces los jugadores comentan a sus representantes cuando las cosas no son como soñaban. Las puertas no deben cerrarse nunca, porque nadie es capaz de adivinar el futuro. Si Illarramendi, al marcharse al Real Madrid, hubiera soltado media docena de exabruptos e improperios ahora no estaba con nosotros. Generosidad en el perdón e inteligencia. Todo el mundo siente palpitar su corazón y la gente no se merece que le restrieguen la cara y se la desencajen. La de Jokin Aperribay, en la rueda de prensa del martes, era el vivo ejemplo de lo que digo.
Superado el rubicón quedaba centrarse en lo que preocupa que son la Liga y los puntos y convertir en realidad la convicción de la que todos hablan. Creemos en el entrenador, creemos en los jugadores, creemos que estamos en el buen camino? Solo queda por tanto reforzar las conductas. Si el último fichaje nos ayuda, habremos dado un paso al frente y en la buena dirección. Lo demás es pasado, historia y no suma.
Algo deberé decir del partido de ayer. Necesitábamos ganar. Eusebio tiró de músculo y metió a Elustondo y De la Bella en la zona de contención a la que volvió Rulli. Decididas las cosas atrás, la cuestión ofensiva quedaba para Oyarzabal, Juanmi y Willian José, además de la invariable bisagra. No tenía la menor duda del comportamiento del equipo, de su ímpetu y de sus ansias por romper la dinámica de derrotas. Fue un conjunto paciente, seguro de sí mismo, solvente. La entrada de Aritz Elustondo nos dio consistencia y el de Beasain cerró su actuación con uno de esos goles que envía al cielo y que hacen feliz a tanta gente.
Fue una cita coral, de conjunto, por encima de las individualidades. Willian José sigue enorme. Da tantas cosas que es un bastión. Le buscan y le encuentran. Los aficionados también pusieron todo de su parte para que no faltara de nada en una goleada que nos otorga calma y ánimos para afrontar las citas de envergadura que asoman en el horizonte. Se acabó la cuesta de enero. Menos mal.