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La tarta Sacher

He buscado en Internet una de esas pastelerías con encanto que seguro se pueden visitar en Salzburgo. La que más tilín me ha hecho se denomina Schatz-Konditorei (Getreidegasse, 3). Muy tradicional, plagada de historia, con unos mostradores petados de especialidades. Entre ellas, por supuesto, la tradicional tarta Sacher, de origen austriaco. Si te gusta el chocolate, ante esto te derrumbas. Dice la Wikipedia que es una tarta con dos planchas de bizcocho, en medio de las cuales se esparce una mermelada de albaricoque. La cubre un glaseado de chocolate negro. Si quieres rematar la faena la puedes cubrir con chantilly. ¡Allez up!

Empiezo así porque estoy de dulce, porque basta que el equipo defienda y ataque al mismo son para que se muestre eficaz y gane con holgura y merecimiento a un equipo como el Levante, que hace una semana se las puso tiesas al Valencia en Mestalla, que en la primera vuelta nos dio un repasito, que no perdió ante el Real Madrid y que ha hecho cosas muy interesantes en este ejercicio. Sucede que si no ganas, pones en tela de juicio casi todo: la continuidad del entrenador, la confianza en la plantilla y todas las circunstancias que determinan el devenir de un equipo a lo largo del ejercicio.

El sábado lo vi todo. Los tres colistas perdían sus citas, alguno jugando muy bien. Cogí la clasificación y pensé que, si ganábamos a los granotas, poníamos ya una distancia considerable con los últimos. Supongo que pensaron lo mismo nuestros rivales, sumidos en la zona de conflicto. Por eso, el encuentro olía a trampa y necesidad. Todo al mismo tiempo. El árbitro, a medio metro de la jugada, no dudó en señalar penalti. Oier Olazabal sabía lo que iba a hacer Xabi Prieto, pero es tal la capacidad del capitán desde los once metros que el balón lamió el poste antes de entrar. No llevábamos diez minutos de juego.

Los goles en el fútbol mezclan calma y alegría, sobre todo si aciertas a defenderlos. Esta vez, sí. Los cinco de atrás no perdieron el sitio, ni la compostura. Cumplieron con su obligación y aplaudieron el segundo gol del encuentro con inusitada fortaleza. Se ponía tierra de por medio. Lo mismo que el respetable porque dos tantos conllevan ventaja considerable. La Real no suele salir bien después de los descansos. Le cuesta entrar en calor. Quizás por el sirimiri o por las ganas de agradar o porque querían más, lo cierto es que llegó un golazo de Canales (otro que está de dulce) y que suponía una confirmación de la diferencia de unos y otros.

Cierto es que la variante táctica que el entrenador visitante planteó en el segundo tiempo, dificultó el campo de maniobras. Pero cuando un equipo ve que pierde de tres y que el reloj avanza hacia el final, se va poco a poco abandonando a suerte sin opciones de remontar. Como la Real se sentía segura, al partido le sobraron muchos minutos y todo el mundo comenzó a pensar en el partido del jueves. Incluso, la grada cantó en más de una ocasión aquello de echarle huevos. ¡Y no de chocolate!

La afición cuando intuye que llegan momentos importantes se viene arriba. Hay seguidores que ya están en Salzburgo. Otros que llegarán a pasar varios días con la excusa de animar al equipo. Las oportunidades no deben desaprovecharse. Más de dos mil entusiastas partisanos que viajan a la conquista de un sueño que ojalá no sea imposible.

En los viajes al exterior siempre suceden cosas y se producen anécdotas que luego se comentan. Creo haberos contado una que nos sucedió en Moscú. No veíamos un niño ni en fotografía. Subidos en un microbús recorríamos la distancia entre el hotel y la Plaza Roja. Justo a la entrada vimos a una señora que conducía uno de aquellos coches de enorme capota. Nos fijamos y comentamos: “¡Mira, un niño!”. De repente, la señora detuvo el carro, bajó la capota y enseñó las botellas de vodka que llevaba dentro. ¡Era un bar ambulante!

Sorpresas que da la vida. Han pasado muchos años desde entonces, pero no me olvido del shock.

El partido de tierras austriacas es una oportunidad para crecer y ser nosotros. Posiblemente, no podamos contar con el capitán que es un fijo en la quiniela. Su aductor derecho ha debido decir hasta aquí. Veremos qué nos cuentan las resonancias y los partes. Si ayer el entrenador cambió a cinco jugadores respecto de los que afrontaron el match contra los austriacos, tal vez gestione otros esfuerzos y la alineación del jueves no se parezca mucho a la de Austria.

Ante el Levante pasaron cosas estupendas. Empezando por los 90 minutos de Agirretxe, la moto sin gripar de Odriozola, el impagable y eficaz trabajo de Oyarzabal, el inmenso partido de Canales, o la fortaleza de Alberto de la Bella, o todos los demás, porque, así como otras veces es imposible destacar a nadie porque los partidos son de horror, en el encuentro de ayer el tono general fue de notable y nos encanta que eso suceda, sobre todo por ver a la gente sonreír.

Cuando acaban los partidos y bajas a la zona de prensa no hace falta preguntar qué ha pasado. Todo el mundo encantado.

Las esposas de los jugadores y la legión de niños imparables, los directivos que respiran al menos siete días, al igual que los técnicos. Como estaba de dulce y me vine arriba, me atreví a pedirle al preparador físico un bocadillito de tortilla si había sobrado por la zona de vestuarios. Sonrió y me dejó como estaba. A esas horas, con un cortadito desde la mañana, te comes un balcón de esquina o una ración monumental de tarta Sacher.

¡Qué aproveche!

Iñaki de Mujika