Sé de sobra que estoy mayor y no hace falta que nadie me lo diga. La comprobación es obvia. Cada vez que sucede algo en el entorno de la Real, preferentemente en el capítulo deportivo, no suelo coincidir con la corriente que se expresa con valentía y no oculta sus deseos de que se vayan Aperribay, Loren, Eusebio , o quien sea, hasta hacer que el campo quede en barbecho hasta que se plante otra cosecha. Cuando el presidente declara que le encantaría que el actual entrenador durase diez años más al frente del banquillo expresa un deseo, pero todo el mundo sabe, empezando por él, que para que eso suceda las cosas deberían ir sobre ruedas, acumulando resultados divinos, jugando como un primor Eso a día de hoy es una utopía, sobre todo si pierdes como en Mestalla. En todas partes se establece un discurso más o menos institucional en el que se apoya al entrenador hasta que se puede y se toman las decisiones pensadas cuando no queda otro remedio. Nadie mejor que ellos maneja la situación, sabiendo de sobra qué pasa dentro (vestuario) y fuera (aficionados, prensa ).
Eso es más viejo (con perdón) que el mear. No hay seguidor realista, ni periodista, ni directivo, ni futbolista que no sepa a esta hora cómo va a acabar la historia de este ciclo. La duda es saber cuándo y de qué manera. Desde el primer minuto que un entrenador firma por un equipo, al reloj de arena se le da la vuelta. Cuando caiga toda, se irá a su casa. A veces todo va muy deprisa y más lento en otros momentos.
Coincidí el sábado con un entrenador titulado de primer nivel viendo un partido de Regional. Como no podía ser de otra manera se habló de la cita de Valencia, de las numerosas bajas, de la lesión de Rulli, de la posible alineación y de lo que podía pasar, así como de la situación del técnico y lo que ello conlleva. Le conté lo que creo sucede desde hace tiempo. Los entrenadores es difícil que duren más de dos temporadas en un equipo. Analizas la Primera División y si quitas a Zidane, Mendilibar, Garitano o el extraño caso, por longevo, de Simeone, en el resto de entidades nadie lleva más de una temporada en la categoría. Machín y Bordalás subieron con sus equipos pero están en su primer ejercicio en la elite. Eusebio está en el punto medio de la balanza.
¿Las razones del corto peregrinar? Supongo que muchas: hartazgo de los discursos, gestión desacertada de los grupos, metodología poco imaginativa, machacona repetición de los procesos, malos resultados, infidelidades, distancias podríamos añadir unas cuantas más. Es lo mismo que en la sociedad. ¿Por qué se producen divorcios y separaciones? ¿Por qué anidan los desencuentros? Cualquier respuesta que encuentres es aplicable al fútbol y a la relación del entrenador con sus jugadores.
En medio está la competición, la que da y quita. Si triunfas, sumas puntos y consigues objetivos, suena como un paseo triunfal entre loas y elogios. Lo contrario es entrar en barrena y llamar con insistencia a las calderas de Pedro Botero. Antes de quemarse todos, es cuando saltan las alarmas y se activan los mecanismos de defensa.
Salzburgo hubiera supuesto, caso de seguir adelante, un manguerazo a los rescoldos encendidos, pero el final de la aventura europea avivó el fuego y con las llamaradas pegadas al pompis nos fuimos a Valencia con bajas significativas, con cansancio acumulado, con la moral no muy allá y con la convicción de éxito supongo que muy al fondo de cada uno. Mestalla es un campazo que hoy disfruta con un buen equipo después de años de supina torpeza. Ganar allí suele ser heroicidad. Los partidos a orillas del Turia casi siempre nos cuestan un esfuerzo enorme. Fue allí donde se certificó el descenso a Segunda y, como he escrito en ocasiones, el mejor recuerdo que me he llevado muchas veces de ese campo corresponde al pasacalles de la banda de música interpretando pasodobles.
No era optimista ante la cita de este domingo. La primera parte nos ofreció un partido terrible, de los de apagar radio y televisión y salir a pasear de pintxo pote. No había por dónde cogerlo. Lo más que sucedió fue el primer gol de Santi Mina. Pese a la superior posesión del balón, la Real no inquietó al meta Neto. Fue tras el descanso cuando recobramos el buen son. Aceleramos y nivelamos en una acción de pillería y eficacia. Illarra reacciona y Oyarzabal remata de modo espléndido. Con el empate activamos la posibilidad de ganar. Llegó el doble remate a la portería de Neto y las sensaciones del tiempo en que todo salía de cara. Ahora es al contrario. Vamos de desgracia en desgracia. El segundo gol es inexplicable, pero la jugada termina con el balón en el fondo de la red. El Valencia es entonces cuando se atrinchera aún más, nos da la pelota y espera. Es lo que le gusta. Contra eso, pese a dominar, no ofrecemos respuesta triunfal y nos volvemos de vacío (creo que de forma injusta). Lo más fácil ahora sería atizar al portero por su error. Todos los focos apuntan a él. Le va a tocar seguir defendiendo la portería unos cuantos partidos. No queda otra que ayudarle, apoyarle, creer en él y desear que el equipo responda con resultados favorables, porque si no los rescoldos se hacen llamas.