El Beaterio de Iñaki de Mujika

¡Aún quedan polvorones!

Aprovecho los lunes para hacer la compra y no agobiarme. A la hora en la que voy a las tiendas no suele haber demasiada gente. Se agradece. Ni colas en las cajas, ni tertulias en mitad de los pasillos atiborrados de carros que no dejan pasar, ni griterío, ni bullicio, ni vocería. Vas dando vueltas por los distintos sectores, te fijas en las estanterías y eliges. En cada esquina, un mostrador con cositas cautivadoras, a buenos precios, ofertas de casi todo. Incluidos turrones, mazapanes, bombones y polvorones de la última observancia. Miré y dije no, porque estoy dulzón para unas cuantas semanas. Con disimulo, detuve mi marcha para comprobar si quedaba gente que aprovecha el precio y se lleva un paquetito con cositas ricas de Antequera o Estepa. Aunque penséis lo contrario, más de uno y más de dos cogieron un paquetito sobre la marcha. ¡Sonreí! Estas cosas me divierten, si no estoy con prisa o agobiado. Sin que sirva de precedente, ni me encontré con ningún conocido, ni nadie me preguntó por el partido de anoche. ¡Mejor! Estamos en la semana de los tambores y ya sabéis que pueden ser de guerra o festivos. Espero que el jueves, cuando acabe el partido con el Betis, la gente esté animada, ponga la marcha y se monte un bochinche. Del mismo modo que el sábado pasado en Artaleku, cuando el Bera Bera le metió un meneo al Craiova de unta pan y moja, se interpretó la Marcha de Sarriegi y el público hizo sonar sus aplaudidores ante la atenta mirada de las atónitas rumanas. El deporte, cuando las victorias acompañan, vale para casi todo, incluso para divertirse.

El fútbol sirve también como termómetro. Te mide la fiebre, los hinchazones de vena, las rojeces, los incendios, el nivel de hastío, la mala gaita, los disgustos si el equipo de tus entretelas no da una y no gana ni al Ongi Etorri Futbol Taldea. En cambio, como logre los tres puntos se desparrama todo. Cataratas de alegría, abrazos de Bergara, rellenos del mismo sitio, macarrones de Azkoitia, ignacios de Azpeitia, cigarrillos de Tolosa, xaxus, roscones y lo que te rondaré morena. Por eso, esperábamos ansiosos la llegada del Espanyol como una oportunidad de sumar otros tres puntos con los que adornar aún más los conseguidos hace una semana.

Todos reconocen que están en deuda con los aficionados, que el público realista lo da todo en su estadio con tal de verle bien a su equipo. No se piden grandes hazañas. A veces nos olvidamos de que los partidos se consiguen poniendo, además de calidad, un puntito de agresividad y huevos en la cesta. Imanol hace hincapié en esas cosas, porque ha sido cocinero antes que fraile. Es importante contar con buenos futbolistas, pero también con valientes competidores. Un equipo es una orquesta con solistas, pero igualmente es necesario que haya gente que toque el bombo, o el tambor ya que estamos metidos en esa faena. De hecho, en todos los equipos y en todos los deportes disfruto mucho con los tamborreros. Los eché en falta en el primer tiempo. Cuando llevas dos goles de ventaja antes de los diez minutos, solo queda saber gestionar la ventaja, ser contundentes y llevar el partido al terreno que más conviene. Esa es la teoría, pero en la práctica las cosas cambian. Basta con ir a Anoeta para comprobarlo. Pese a la diferencia en el marcador, se veía venir la calamidad. No sé qué pasa cuando el equipo juega en casa, pero no es normal dilapidar lo que tanto cuesta conseguir. Perdemos el balón, dejamos de llevar peligro, nos entra la pirrilera y nos empatan cuando estaban más perdidos que otra cosa. No sé cuánto mérito fue del Espanyol y cuánto demérito nuestro, pero el empate al descanso nos dejó plof o plaf, como prefieras.

Hora y media antes de que comience el encuentro se hacen públicas las alineaciones y es cuando tratas de entender los planes y las decisiones del entrenador. Justo premio a Aihen Muñoz por el partido del debut. El navarro volvió a significarse como un jugador con desparpajo y valentía. De eso, no estamos sobrados. Puso a Rulli a favor de la corriente de los buenos resultados y eligió a los que consideraba más adecuados para esta cita y las que vienen. El plan salió perfecto de salida, pero se nos torció de manera impensable.

Quedaba un tiempo para enmendar la plana. Si en el primer periodo suceden cosas, en el segundo aún más. Los primeros minutos no son halagüeños. El míster mueve ficha, los médicos cosen la herida de Aihen, el árbitro nos cose a tarjetas, nos quedamos sin Merino, que minutos antes de la expulsión pone un centro con la zurda que Willian eleva a los altares. Ya estaba de nuevo la ventaja. ¿Quién dijo miedo? Los 17.301 espectadores que se la vieron venir. Estamos tan acostumbrados a los sobresaltos que allí solo se podía animar y empujar para que el equipo llegara a puerto con todas las naves. ¡Qué manera de sufrir en las faltas laterales, en los centros, en los saques de esquina! Tocaba defender con todo, aguantar las embestidas del rival y, si se aparecía algún celestial, pillar un contraataque que repartiera las bombonas de oxígeno. En ese paisaje debuta Roberto López. Al míster no le tiembla la mano, pero sopla y resopla mirando al reloj que por fin recorre el espacio hasta el final. ¡Segunda victoria de la temporada en casa, octavos en la clasificación y pidiendo escapularios para repartir!

En cuanto acabe de escribir me sentaré en el sofá, volveré a ver el partido con calma sabiendo lo que va a pasar y quitaré el envoltorio de un polvorón, o dos, (porque aún me queda alguno) y lo degustaré con calma, saboreando hasta el último pedacito de almendra. No hay que desaprovechar las oportunidades. Espero no atragantarme.

Iñaki de Mujika